Juventud y látex
NEGRITASAna María Fuentes, coordinadora del Instituto Andaluz de la Juventud en Málaga, y Francisco Conejo, diputado de Educación, presentaron ayer una campaña de información sexual dirigida a los jóvenes. En realidad, la campaña lleva ocho años funcionando, pero eso no obsta para que se presente de nuevo; es una cosa que les gusta mucho a los políticos. Y allí estaban los dos, veinteañeros y relucientes. Se mostraron discretos y comedidos durante los primeros quince segundos. Entonces Fuentes abrió la boca y, para estupor de los presentes, dijo: "Parece una ironía venir a hablar de sexo con Conejo, ¿verdad?". Probablemente, el pobre Conejo es víctima de este tipo de vejaciones desde la infancia, pero no se lo esperaba de una compañera de filas, y menos como chiste introductorio a una rueda de prensa. Así que se quedó sin palabras y con la sonrisa institucional congelada en los labios. Fuentes siguió su discurso, en el que, entre otras cosas, repetía las preguntas más bien inverosímiles que hacen los jóvenes malagueños en el teléfono de información sexual. (En las que, créanme, es mejor no entrar. Se preocuparían ustedes por el futuro de la especie). Y bueno, cuando le tocó hablar, Conejo, aún azorado pero muy profesional, comenzó a contar maravillas de la colaboración entre la Diputación y la Junta, y explicó: "Este año hemos editado unos preservativos...". Qué buena idea. Ya está bien de poner sabores frutales y texturas exóticas a las gomas: es mucho mejor que lleven letras, y fotos, y dibujos, y notas a pie de página; que toda la información necesaria vaya incluida en el propio preservativo, elegantemente impresa en espiral. De este modo no queda más remedio que enterarse de las recomendaciones de la OMS. Y además se abren nuevas perspectivas para el negocio editorial. Tanto hablar del soporte magnético, tanto mirar por encima del hombro a los libros de papel, y los expertos ni siquiera habían tenido en cuenta las posibilidades del látex, tan flexible y tan resistente. Pero qué decepción... Al final repartieron el material de toda la vida: preservativos de fresa ácida y folletos de papel. En los que, por cierto, se hace saber a los chicos que, si necesitan consejo médico sobre enfermedades de transmisión sexual, pueden acudir sin cita previa a un centro en el que les atenderán gustosa y gratuitamente. Sólo que queda un poco a trasmano, porque está en Estocolmo. Pero eso es lo de menos.MARÍA HERNÁNDEZ MARTÍ
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.