Romper el cerco
MIENTRAS LAS fuerzas rusas estrechan su cerco sobre Grozni, ante la próxima ofensiva final, el Gobierno ruso trata de romper el cerco internacional que se está montando contra su política en Chechenia. Es a la luz de esta coyuntura que ha de interpretarse el momento elegido por Yeltsin para levantarse de la cama y abandonar el hospital donde ha pasado una semana oficialmente aquejado de neumonía, y firmar, por tercera vez, un acuerdo de unión con Bielorrusia, viajar a Pekín y volver a agitar el espectro del arma nuclear, el único atributo de superpotencia que le queda a Rusia.Recordar, una vez más, que Rusia tiene una panoplia completa de armas nucleares ha sido un nuevo acto de irresponsabilidad por parte de Borís Yeltsin y una pataleta ante las críticas occidentales por el castigo ruso contra Chechenia, en víspera de que concluya mañana el plazo dado por Moscú a la población de Grozni para que abandone la ciudad. Con su amenaza, que Clinton ha preferido no tomarse en serio, Yeltsin ha demostrado no captar el verdadero sentido del mensaje del presidente de EE UU, que al criticar los medios, pero no el "objetivo legítimo" de Rusia en Chechenia, intentaba capear las presiones en Washington y en Europa para sancionar a Rusia por su intolerable castigo a la población civil chechena.
Pekín se ha convertido en una pieza fundamental de la estrategia rusa para romper su aislamiento, aprovechando el habitual rechazo de China a la injerencia e intervencionismo en los asuntos internos de los Estados. Tiene sus propios problemas con Tíbet. China, además, puede serle de gran ayuda a Rusia si llegaran a materializarse sanciones occidentales contra Moscú. A principios de diciembre se firmó un acuerdo para doblar las ventas de petróleo ruso a China, a lo que deben seguir otros proyectos de cooperación.
Tras las razones coyunturales hay también movimientos de fondo. Aunque, desde el punto de vista económico, una arruinada Rusia no pueda asumir una unión con una Bielorrusia aún más atrasada en sus reformas, en ambos países está creciendo de nuevo el sentimiento panruso. También en sus perspectivas, y pese a sus diferencias, Pekín y Moscú coinciden genuinamente en sus intentos de contrarrestar la hegemonía de EE UU en el actual mundo unipolar.
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