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Tribuna
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Ceguera voluntaria

Antonio Elorza

Lo dijo ya hace tiempo el viejo profesor: "No hay peor ciego que quien no quiere ver". La sentencia, que me vino a la mente al contemplar las decisiones del árbitro en el último partido Athletic-Real Sociedad, puede aplicarse sin reservas a la actitud política adoptada por la dirección del PNV, y por su apéndice, el Gobierno vasco, ante la situación creada por el fin de la tregua etarra. Nadie duda de que al PNV debiera corresponder el papel central en la normalización democrática de Euskadi. Pero por lo mismo resulta imprescindible el ejercicio de la crítica tanto el grupo dirigente de Arzalluz como el Gobierno Ibarretxe.Ambos han adoptado una sorprendente postura, consistente en responder al órdago terrorista moviéndose en la dirección señalada por ETA, y otorgándole de hecho la razón, pues si ahora tiene sentido apresurarse a proponer a HB un pacto de "construcción nacional", es que en la tregua se habían adormecido, tal y como denunciaban los encapuchados. El enemigo es más que nunca Madrid, para no variar, y todo recuerda aquellas sentencias de jueces en casos de violación donde todo era hablar del vestuario provocativo de la víctima. Como resultado, PNV y EA no sólo juzgan "inoportuno" condenar abiertamente la decisión de ETA, sino que descubren como panacea abordar la tal construcción nacional sólo entre nacionalistas y, por lo mismo, coincidir en los fines con HB, hasta ayer cómplice legal de la banda, hoy al parecer independiente. Sólo que para aceptar eso hay que cerrar los ojos ante lo que había detrás de la pancarta "Por el proceso democrático" en la manifestación de HB el día 4: el "¡Gora Euskadi Ta Askasuna!", lanzado por Arnaldo Otegi.

Así, el escenario formalmente democrático, con PNV y Gobierno vasco empujados por el camino de alternativa a la legalidad vigente trazado por HB, tiene encima la espada de Damocles del terror. Consecuencia: activa o latente esa coacción, hablar de democracia es profanar el término. ¿Qué van a decidir los vascos libremente si el nacionalismo llamado democrático respalda la intimidación del terror, por mucho que declare rechazar su "tutela"? En definitiva, eso es lo que buscó desde siempre la "alternativa democrática" de ETA y HB, de acuerdo con el procedimiento de inversión de significados al estilo del "Arbeit macht frei" de Auschwitz. Por lo demás, el lenguaje del PNV se sigue moviendo en el terreno de las falsas evidencias, verdades aparentemente indiscutibles que no se argumentan y son desmentidas por la realidad. Comentemos algunas, inscritas en el comunicado del PNV a HB del día 3. De entrada, no existe la menor voluntad, democráticamente expresada, en los vascos por formar un Estado desde Bayona hasta el Ebro; segundo, el "ser nacional" evocado por Arzalluz puede responder a la "línea fundacional" de su partido -no a la democristiana posterior-, pero eso es volver a la lógica de exterminio del español propugnada por Sabino Arana, y, en fin, por ningún lado, la mayoría de los vascos -ETA sí, claro- prefiere una aventura de improbable estrella solitaria en Europa. Claro que en una religión política, los sueños prevalecen necesariamente sobre la realidad, y más amparados en el terror. Conclusión trágica: con el PNV de Arzalluz, ETA nunca desaparecerá voluntariamente. Salvo si la paz, como la de 1939, no es tal paz, sino la victoria.

Es más, con Egibar y Otegi en el timón, el 30% de independentistas se triplicaría sin problemas. Amén de otras manipulación, cabe pensar en una pregunta como la que sigue: "¿Está usted de acuerdo con una situación de soberanía que favoreciera al mismo tiempo la construcción nacional vasca y la paz en Euskal Herria?". Tras el sí, la irreal Asamblea de Electos podrá de este modo jugar su papel de órgano constituyente, mientras el Gobierno "vascongado" administra lo cotidiano, aplicando la vía Chávez que tanto atrae a nuestros abertzales. Y ETA, de ángel guardián. El "proceso democrático" desemboca en la supresión de la democracia. Sobre el coste de la operación, de nuevo basta con cerrar los ojos.

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