La Bolsa del futuro
La cesión de los tipos de interés a largo y, sobre todo, la fuerte demanda compradora sobre las acciones de Telefónica y sus filiales han situado a la bolsa española en niveles por los que muy pocos apostaban hace unos meses. La teoría de valoración de inversiones vincula la expectativa de rentabilidad al riesgo asumido. Esta relación subyace en un conjunto de títulos de alto riesgo en los que las expectativas de rentabilidad son igualmente abultadas. Las reglas de la nueva economía se han instalado en el ánimo de los inversores mucho antes de que se materialicen plenamente en la operativa diaria de empresas y familias.Para no perder el tren del futuro, la inversión institucional se encuentran en la imperiosa necesidad de incorporar a sus carteras una muestra de los valores tecnológicos que, por otra parte, en nuestra bolsa no son muchos. El resultado ha sido un fuerte desequilibrio entre la abundante demanda y la limitada oferta de estas acciones. De momento, el mercado sonríe a quien se arriesga, y los valores como las empresas de autopistas o Red Eléctrica, con beneficios contantes, sufrieron ayer el desinterés de los inversores.
A largo plazo, el valor de las empresas y de sus acciones debe reflejar la evolución de sus beneficios. En las empresas en pérdidas a día de hoy, pero con visos de convertirse en las ganadoras del próximo milenio, la enorme incertidumbre sobre lo que serán sus ingresos y sus márgenes operativos permiten especular con cualquier valoración. Por otra parte, la ausencia de referencias plenamente comparables en el conjunto de empresas vinculadas a Internet tanto en EEUU como en Europa -cada mercado geográfico objetivo se encuentra en un nivel de desarrollo muy diferente- dificulta la valoración relativa en términos de acciones caras o baratas en el sector.
Hemos asistido a la irrupción de una nueva casta de acciones en bolsa: títulos de primera división en cuanto a volumen de contratación, y en los que variaciones al alza o a la baja de dos dígitos en un par de sesiones van a ser habituales. Quien se adentre en sus dominios debe aceptar sus normas.
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