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Tribuna
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ETA contra los vascos

Emilio Lamo de Espinosa

Quizás se podrían haber arañado algunos meses más. Quizás habría sido factible un acercamiento de los presos más firme. Pero si la causa de la tregua era el proyecto nacionalista de imponer la independencia a costa de la mitad de los vascos su fin era inevitable. Con todo, estos 14 meses distan mucho de haber sido inútiles. Pues aunque yo también creo que la tregua era una trampa lo ha sido también para ellos mismos. ETA hizo en septiembre de 1998 lo que, tras los sucesos de Ermua y la caída de la mesa de HB y la de Egin, no podía dejar de hacer; a saber, jugar la carta de la política agotada la vía militar. Y regresa en noviembre de 1999 porque, después de agotar la vía política, no tiene ya alternativa. Si la tregua fue una prueba de debilidad, su fin la confirma. Y eso significa, de una parte, que ya no tiene iniciativa. Y de otra, que, aunque puede volver a matar, su legitimidad está hecha jirones. ETA es víctima de un disparatado análisis de la realidad, se ha creído lo que dice y hoy descubre que su principal problema son los mismos vascos.Pues, una vez pasada la ventaja de quien toma la iniciativa, el tiempo ha jugado siempre a su contra. Cada día ganado a la paz se afianzaba la seguridad y se desvanecía el miedo, al tiempo que los propios militantes y los presos redescubrían la esperanza, tejían nuevas redes, la fisura abierta a través de la sociedad vasca se hacía porosa y el odio y su ceguera se cuarteaban. Ganar tiempo ha sido nuestra principal baza, que ha evidenciado que ETA solo cuenta mientras mata y cuando deja de hacerlo a nadie interesa. Los vascos comprenden hoy mejor que nunca que la paz es, simplemente, que ETA no mate, y no depende ni de Madrid ni de París. Y comprenden mejor que nunca que cualquier objetivo, la independencia, la soberanía, la autonomía, el que sea, debe alcanzarse por vías democráticas.

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Pero es que, además, ETA ha visto desvanecerse su sueño político. Las esperanzas que Lizarra pudo levantar en una "vía real" insurreccional flanqueada por el PNV y EA se desvanecieron ya en las elecciones autonómicas y más aún en las municipales. Con poco mas (o menos) de un 50% de nacionalistas, muchos de los cuales rechazan toda aventura independentista, el camino de Lizarra es un capricho de niño mal criado que pide lo que le viene en gana (Navarra, el País Vasco francés y quien sabe qué más) sin darse cuenta de que pierde lo que tiene a mano. Álava, por ejemplo. Y, sobre todo, el Gobierno vasco. La política en Euskadi es de una enorme complejidad y la complejidad genera azar. Para ETA, Lizarra debía empujar al nacionalismo moderado por la vía insurreccional; llevar al PNV al monte. Puede que ocurra, pues la partida sigue abierta. Pero, de ser así, será por la vía de la desobediencia civil y no por la de la lucha armada. Pues Lizarra (también) ha conducido al nacionalismo radical, por la vía de las instituciones, hasta el mismo Gobierno vasco. Lo bueno del Estado de derecho es que uno pronto se acostumbra a él. Incluso la liberación de la Mesa de HB ha jugado a favor de las instituciones.

Y, así, la mejor noticia que llega del Norte en mucho tiempo es que el nacionalismo radical se aleja de ETA para cumplir el acuerdo de Lizarra (ausencia permanente de todas las expresiones de violencia del conflicto) y, sobre todo, el acuerdo de bases de gobierno que en su día firmó con el lehendakari (desaparición plena de todas las acciones y manifestaciones de violencia y de todo tipo de acciones y reacciones vulneradoras de derechos individuales y colectivos). Unas y otras declaraciones fueron recibidas -incluso por quien esto escribe- con recelo más que justificado. Puede que sea hora de matizar esa opinión, aunque sea sólo en la esperanza de generar una profecía que se autocumpla.

Sólo hay un modo de construir una Euskadi independiente frente a la mayoría de su población: por el terror. Pero esa imposición masiva de terror no es viable en un Estado moderno, como recordó Jon Idígoras horas antes de que ETA cambiara de opinión. La brillante idea de conseguir votos poniéndole bombas a los electores no figura en los manuales de marketing político. Si ETA mata se matará ella misma como proyecto político hiriendo de muerte incluso al mismo nacionalismo.

e.lamo@iuog.fog.es

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