Hacer de la monotonía virtud
Para quitar sentido al refrán que reza "en la variación está el gusto" vale siempre un concierto de The Cranberries, grupo multivendedor de los noventa que hace de la monotonía musical su gran virtud. Porque, si no se es seguidor empedernido -las ventas de sus discos en todo el mundo demuestran que muchísimos de los que han crecido en la presente década lo son-, se corre el peligro de pensar que llevan dos horas tocando la misma canción. Evidentemente no es así, pero es que la pobreza tímbrica, el abuso de tonos menores como notas tónicas en sus temas, la poca variedad de sus ritmos y los grititos de corte seudogaélico que la vocalista emite a la primera de cambio inducen a tan errónea conclusión. Eso sí, como demostraron en la actuación en Madrid para presentar su último disco, Bury the hatchet, la banda ha aprendido unos cuantos trucos para tratar de paliar y disimular su carencia fundamental: la falta de espectacularidad. Sobre el escenario había varios niveles de alturas, una especie de pirámides irregulares y continua proyección de formas geométricas. El resultado era frío, pero, al menos, funcionaba visualmente.El grupo, que había sido teloneado previamente por el excelente cuarteto catalán Bondage, apareció en escena con el refuerzo de un teclista y un guitarrista que realizaba coros con un timbre de voz idéntico al de Dolores O"Riordan, la cantante.
The Cranberries + Bondage
The Cranberries: Dolores O"Riordan (voz, teclados, guitarras) Noel Hogan (guitarra), Mike Hogan (bajo) y Fergal Lawler (batería). Palacio de los Deportes de la Comunidad. 4.300. Madrid, viernes 3 de diciembre.
Más "glam"
Ésta apareció de morena, con un abrigo de leopardo y tales alzas en sus zapatos que, si llega a tropezar, le hubieran producido un ridículo disgusto ante los espectadores. Cambióse O"Riordan de ropa tres veces, demostrando en sus dos primeros modelitos que ha sustituido glam por ese aspecto de refugiada bosnia que lucía hace unos años. Ahora quiere resultar más sexy, aunque sigue teniendo descuidado el baile y continúa moviéndose sobre las tablas como el conejo de las pilas del anuncio televisivo.
En cuanto a los temas, ampliamente coreados por el respetable, hicieron gala de esa monotonía endémica de la que se hablaba unas líneas más arriba. Eso sí, Zombie, Salvation, Animal instinct y Copycat, entre otros -que no parecían otros, sino el mismo-, fueron recibidos por los espectadores como los grandes éxitos de ésta década que parece premiar, por encima de todo, la repetición warholiana.
O"Riordan agradeció, exultante, a su audiencia española el fragor que puso en la celebración del repertorio y prometió volver pronto. Eso sí, no ofreció más que un bis de tres canciones.
Al abandonar el recinto se pudo comprobar cómo la policía, cuya presencia a las puertas del palacio y dentro de él fue patente a lo largo del concierto, se incautaba de material de mercadotecnia pirata que se vendía a la misma puerta. A uno de los vendedores, de origen marroquí, le dejaron literalmente con lo puesto, tras quitarle el montón de camisetas de dudoso origen y con la efigie del grupo impresa que pretendía vender. Ese momento y la lipotimia de algún asistente fueron las únicas notas que rompieron la monotonía de la noche.
Babelia
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