Paz en Etxe-Berri
La paz no es para descansar en paz, es para vivir en paz. Tormentas, temporales y fuertes marejadas en el Cantábrico. Anuncian encapuchados vascones que van a empezar una nueva campaña contra los romanos, la enésima guerra carlista. Es tiempo de adviento y no se podía cometer ningún acto hostil desde 1027, según las constituciones de "Pau i Treva" del primer parlamento europeo de nuestro Toluges de nuestro Rosselló. Y menos hoy, día de tregua, al menos para vascones y, por simpatía, cántabros y astures, por ser la fiesta nacional de Francisco Azpilicueta, santo de Nafarroa de un tiempo en que la santidad era la única carrera para los chicos de buena familia.Azpilicueta nació el 1506 en el castillo paterno de "Etxa-Berri", en castellano, "casa nueva" -de "etxe-berri" pasó a "acheverri" para derivar en "jeverri" y llegar a "javier"- y se laureó en la Sorbona, donde tuvo de compañero de banco y habitación a un extraño estudiante de Loyola, un tal Iñaki que lo apuntó a los jesuitas en Montmatre. Trotamundos, recorrió India, China, Japón. "Si no encuentro una barca iré nadando", le hacía exclamar su ardor. Patrono de misioneros, lo invocan los navegantes contra naufragios y pérdidas de rumbo. Buen abogado, pues, para implorar la luz y la ruta de la paz, que hoy, entre los suyos, vuelve a ser un bien frágil. El combate es por la vida -"per a la vida s"ha fet l"home" y por todas las formas de vida -"la vida de poble que no vol morir"-, por las libertades individuales y las colectivas de los pueblos, la tolerancia, la solidaridad, por prevenir los conflictos mediante la educación, la cultura, la reducción de diferencia y el destierro de injusticias, opresiones y exclusiones, para promover los humanismos de la compasión, el arte de compartir y el amor, instrumento de paz y causa de hermandad.
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