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Depardieu se siente conmovido por el talento y la fragilidad de su hijo

El actor francés presenta "Astérix y Obélix" y se define como "un aventurero"

Elsa Fernández-Santos

Gérard Depardieu dice que le fatiga adelgazar ,"además, ¡soy fuerte, no gordo!"; que es enamoradizo, "siempre estoy preparado para el amor"; que su éxito con las mujeres tiene una sola explicación: "Me gustan", y que el cine que "ama" ya no existe. El actor defendió ayer en Madrid su última película, Astérix y Obélix, y, de paso, a su hijo Guillaume, expulsado hace una semana del Festival de Gijón después de destrozar la habitación de su hotel. "Las personas como Guillaume me conmueven. Su talento es tan grande como su fragilidad".

"Sólo conozco la versión de Guillaume de lo ocurrido ¿Conocen la versión del festival? ¿Cuál es? No sé, en realidad es sólo una anécdota, pero quizá también deberían pensar que mi hijo no tiene las defensas que tendría una estrella americana, está muy expuesto. Yo creo lo que me contó, no creo que haya destrozado tanto la habitación de su hotel, y, además, como le dije a él, qué importa si la ha destrozado, hay mucha gente que rompe habitaciones".Con chaqueta de obrero chino y botas de cowboy, Depardieu saluda con un apretón de manos y mirando fijamente a los ojos. Fuma y es amable, y, aunque es fácil imaginar por qué es cierta su fama de vividor ("me gusta disfrutar de la belleza, me gusta mirar"), ayer nadie logró descubrir ni la sombra de los dos tatuajes que, según cuentan, se dejó hacer en el brazo izquierdo por dos prostitutas. "Más que un actor, soy un aventurero", afirma. "Ser actor es algo muy triste, sólo es trabajo, pero un aventurero no se sabe muy bien lo que es. Y a mí me gusta que no se sepa qué soy".

Resistencia

"Amo la literatura y amo el cine", continúa Depardieu. "Pero el cine que yo amo es el de Buñuel, Berlanga o Ferreri, es de otra época, ya no existe. El cine debería ser una forma de cultura, una forma de resistencia. Pero ahora el cine es más industrial y yo sólo intento hacer lo que me gusta dentro de ese sistema. Soy francés y me gusta oler las películas, sentirlas. No me gusta el cine imbécil que se hace ahora, sino el que tiene raíces, el que viene de algún lugar".

Depardieu presentó ayer en Madrid Astérix y Obélix, que se estrena hoy en España y que es una de las producciones más caras (la más, según la publicidad de la película) de la historia del cine europeo. Un filme que, según afirma el director Claude Zidi, jamás se hubiera realizado sin Depardieu como Obélix y un filme que ha dividido a la crítica francesa. "Astérix es un cómic inteligente, pero no es un símbolo de lo que es Francia", señala el actor sobre los personajes creados por Albert Uderzo y René Gosciny en 1959. "De Obélix me gusta que juega, que es infantil, que es naïf e inteligente a la vez. Al interpretar personajes como éste, transmito mis ganas de vivir. De alguna manera es un personaje que ya había interpretado antes".

La película, en la que Roberto Benigni interpreta a Detritus ("Benigni es el mayor poeta que he conocido, es uno de mis grandes amigos"), ha representado para el actor francés "la dificultad de interpretar a un dibujo animado". "Ha sido lo peor, ¿cómo buscas en ti los gestos de un dibujo?".

Depardieu, que dice que no es "un gran trabajador", al menos tiene cuatro proyectos para los próximos meses. Entre ellos, y después de terminar de rodar la vida de Balzac, Los miserables para la televisión. "Bueno, como el cine americano lo quiere hacer todo, y de hecho lo hace todo, a los demás nos deja la tele. Es un mercado que no controlan todavía y por eso me gusta tanto. Si quieren el cine, que se lo queden, yo me quedo con la tele... Con la tele y con las historías de amor", añade, "porque los efectos especiales sirven para todo menos para contar historias de amor".

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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