¿Un Gobierno del pasado? JORDI SÀNCHEZ
El nuevo Gobierno de Cataluña confirma un escenario de continuidad en referencia a los últimos gabinetes presididos por Pujol. A medida que los nombres de los nuevos consellers se iban conociendo a través de la prensa una sensación de déjà vu crecía en mi interior en el sentido que no había en los nombres conocidos características significativamente distintas a las que tenían los anteriores miembros del Gobierno catalán. El nombramiento del nuevo Ejecutivo cierra la primera etapa posterior después de las elecciones. En ese sentido los primeros pasos dados por Pujol después de los resultados del 17 de octubre confirman las voces según las cuales Pujol no quiere dar públicamente el acuse de recibo del mensaje que el cuerpo electoral le envió. Una actitud de Pujol que bien puede ser bautizada de acomodaticia con el pasado debido a la inercia de estos últimos 19 años. El discurso de Pujol durante la sesión de investidura fue en esa dirección. Una intervención reincidente en muchos aspectos a anteriores discursos por él pronunciados pero sobre todo una intervención de la cual no se vislumbraron muestras de ilusión para crear escenarios políticos nuevos para los próximos años. El nombramiento de los nuevos consejeros del Gobierno catalán confirma que la voluntad de Pujol es acabar su mandato bajo el signo de la continuidad. Todo sigue y seguirá donde y como estaba con anterioridad al 17 de octubre. Bajo la apariencia de cambio que toda sustitución nominal de responsables de los departamentos puede provocar entre la opinión pública, nada o casi nada de substancial ha variado en el nuevo Ejecutivo. A pesar de algunos cambios de adscripción de algunas funciones y competencias de un departamento a otro, podemos afirmar que el nuevo Gobierno hace buena aquella afirmación según la cual es necesario que algunas cosas cambien para que todo siga igual.El riesgo principal que puede aparecer como consecuencia de la continuidad que Pujol ha querido impregnar en su último mandato al frente del Gobierno catalán es que haga aparición una constante, innegable y lenta degradación de nuestra vida política. Sólo un Parlamento activo en sus funciones de legislar y especialmente en las de controlar e impulsar la acción del Gobierno puede dibujar un nuevo escenario que evite la progresiva degradación de la vida política catalana. En ese sentido la aritmética en el reparto de escaños puede contribuir eficazmente a evitar la somnolencia con la que muchos conciudadanos se enfrentan a la hora de seguir la vida política en Cataluña. Lo curioso de la situación es que no sólo la política catalana corre el riesgo de seguir en un agujero de donde no nacen proyectos ni iniciativas para el futuro de nuestra sociedad sino que incluso dentro de CDC hay voces muy cualificadas que manifiestan abiertamente sus dudas sobre el éxito del nuevo Gobierno para afrontar el reto de la coalición en un futuro sin Jordi Pujol. Éste no es un Gobierno del siglo XXI con el cual algunos dirigentes de la coalición ni tampoco conocidos personajes del entorno de CiU soñaron tener. Si alguien hace unos años asimiló la política catalana a la propia de una situación de permanente baño María el nuevo Gobierno corre el riesgo de consumirse en un eterno chup chup. Parece que el horizonte ha desaparecido y que sólo tiene importancia el día a día, la gestión de lo rutinario, sin más ambición que el presente.
Este Gobierno, afirman algunos convergentes, no servirá ni tan sólo para consolidar un equipo sólido para gestionar la sucesión. Incluso en este aspecto Pujol ha sido conservador. El nuevo Ejecutivo no parece haber sido ideado por Pujol para crear un equipo cohesionado que trabaje para afrontar colectivamente el futuro sin su persona. Más bien el nuevo Gobierno responde a las necesidades de Pujol de disponer al frente de los departamentos a hombres y mujeres que ante todo sepan quién tiene la autoridad y acepten gustosamente la misma. Todo apunta que Pujol ha pensado este Gobierno en clave de legislatura, sin más pretensión que la de permitirle finalizar su sexto mandato. Pujol ha rechazado ir a por nota en el que puede ser su último mandato y ha preferido buscar un aprobado que le permita llegar sin sobresaltos al final del trayecto. Pujol sólo ha dado respuesta al encaje inevitable de Duran en el Gobierno. No hacerlo hubiera sido suicida ya que Duran al margen del Gobierno era tanto como encender la mecha de la dinamita. Las dudas están ahora en saber si el equilibrio que muchos apuntan como característica del nuevo Gobierno será estable o no. La evidente falta de una cultura de equipo en el Gabinete catalán presidido por Pujol puede impulsar a los dos superconsejeros a rivalizar en su voluntad de influencia y presencia pública, con el riesgo que a medida que se acerque el fin de legislatura los enfrentamientos entre los dos socios se reproduzcan en el interior del Ejecutivo. Y si es cierto lo que afirman los que conocen el mundo del Gobierno de la Generalitat, según lo cual pocos consejeros se han mantenido firmes en sus ideas y proyectos si Pujol se oponía a ellos, habrá que ver qué pasa en las relaciones entre Pujol y Duran. El principal adversario para la consolidación de Duran no es Mas, sino el propio Pujol. Hasta la fecha Pujol ha conseguido disponer de otros nombres de dirigentes de CDC para hacer frente a las aspiraciones de UDC. En un momento fue Roca, en otros el propio Felip Puig e incluso Pere Esteve. Ahora, por primera vez, Pujol no podrá eludir la presión que ejercerá Duran sobre él en el diseño de la política de gobierno y en general en la política catalana. Si en la campaña Duran se convirtió en el número dos efectivo a pesar de ir en la octava posición, quién duda que su presencia en el Gobierno le situará en la mayoría de ocasiones al mismo nivel que Jordi Pujol y sin lugar a dudas como el auténtico número dos del Gobierno catalán.
La apuesta de Pujol de encontrar una tranquilidad para su último mandato a través del nuevo Gobierno es la cara de la misma moneda que advierte que esta decisión puede generar mayor incertidumbre para CiU pensando en su futuro. El nuevo Gobierno no es más que una última decisión de un conjunto tomadas desde el momento que Pujol anunció a Joan Reventós desde la cima del Aneto la convocatoria de elecciones. Sin un grupo parlamentario renovado, sin un proyecto de futuro preciso y explícito, con un Gobierno claramente continuista y con unos socios de coalición recelosos y vigilantes unos de otros, CiU parece no tener más futuro que el ayer.
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