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Los olvidados de Asís

La basílica de San Francisco recobra su esplendor, pero 10.000 víctimas del terremoto de 1997 siguen sin hogar

Lo llaman el "milagro de Asís", porque pocas veces la determinación de decenas de especialistas y el dinero asignado por la Administración -7.000 millones de pesetas- han dado frutos tan rápidos y sorprendentes. En poco más de dos años, la basílica superior de San Francisco de Asís, gravemente dañada por el terremoto que sacudió esta zona de la Italia central el 26 de septiembre de 1997, ha sido restaurada y reforzada en toda su estructura para recuperar su esplendor y volver a acoger a los millones de turistas que visitan todos los años este templo cumbre del arte umbro, a caballo entre la oscuridad del medievo y el resplandor del renacimiento italiano.Con una solemne ceremonia a la que asistieron el presidente de la República italiana, Carlo Azeglio Ciampi, y media docena de ministros, además de un puñado de personalidades de la política nacional, el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano, volvió a consagrar ayer al culto la basílica del siglo XIII justo a tiempo para los fastos del Jubileo.

Sin embargo, ni la liturgia majestuosa con la que la basílica de San Francisco de Asís reanudó ayer su vida religiosa, ni los fastos oficiales que dieron brilló a una jornada especial transmitida en directo por la televisión pública italiana pudieron ocultar el malestar de los vecinos de las decenas de localidades de las regiones de la Umbria y Las Marcas golpeadas por el terremoto.

Cerca de 10.000 personas en Colfiorito, Nocera Umbra, Sellano, Serravalle del Chienti, y tantos otros pueblos siguen viviendo en los contenedores de 35 metros cuadrados instalados a los pocos días de la catástrofe. Los núcleos urbanos más golpeados por el seísmo siguen cerrados a cal y canto como pueblos fantasmas, vigilados por los técnicos y los bomberos, en espera de que lleguen los fondos del Gobierno para la reconstrucción y de que las empresas del ramo inicien las obras.

En Nocera Umbra, uno de los pueblecitos más afectados por el terremoto, fueron las monjas clarisas de clausura las que, contra todo pronóstico, levantaron ayer la voz más rebelde contra la ceremonia oficial que devuelve la basílica de San Francisco de Asís al turismo. "Estamos contentísimas de que haya sido reabierta la basílica", decía la madre abadesa, Bernadetta, "pero no podemos olvidar a la gente que sigue viviendo en los contenedores. Estoy segura de que San Francisco habría pensado primero en las casas y luego, en el arte". Las clarisas han tenido que abandonar también su espléndido convento del siglo XVII, dañado por el temblor, e instalarse provisionalmente en una casa de madera. Su propia experiencia refleja la de los 40.000 vecinos que perdieron su hogar en 1997.

La opinión de los habitantes de esta zona áspera, donde el invierno comienza en octubre, está dividida entre los que ven con envidia constructiva la rapidez con la que se ha completado la restauración de Asís, y los que consideran escandaloso que se haya dado prioridad al arte sobre la situación doméstica de miles de personas. En Colfiorito, Annifo o Verchiano, la gente se prepara a vivir su tercera Navidad en los escasos metros cuadrados de los contenedores metálicos, y entre muchos cunde la desesperación.

Los amantes del arte están, al menos, de enhorabuena. Gracias al milagro al que se refieren con orgullo los periódicos italianos, es decir a la labor metódica e infatigable de los expertos de arte y de los voluntarios que han aportado en Asís toda su paciencia y su dedicación, sobre la bóveda de 20 metros de altura vuelven a verse los rostros de San Vittorio y San Rufino, protectores de Asís, casi intactos después del terrible temblor que les derribó por tierra convertidos en 3.000 fragmentos minúsculos.

En la llamada "cantera utopía", el taller instalado dentro del convento, los trabajos de recomposición de los frescos, parte de los cuales quedaron desgajados del techo pero no destruidos, continuará todavía durante muchos meses.

Aunque la nave de la basílica ha sido rehabilitada y reforzada, todavía se perciben en las bóvedas policromadas las huellas de la catástrofe. Los rostros de los dos santos rescatados formaban parte de un fresco más amplio en el que estaban representadas las figuras de otros seis santos: Benedetto, Antonio de Padova, Domenico, Pedro mártir, Clara y Francisco, destruidos por el terremoto y cuyas piezas minúsculas están siendo reagrupadas lentamente con la esperanza de devolverlas a su emplazamiento original en Semana Santa.

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