La paz acaricia el Ulster
LO QUE parecía impensable hasta hace muy poco se abre camino en Irlanda del Norte, donde esta semana protestantes y católicos compartirán formalmente el poder después de 30 años de lucha sectaria que se ha cobrado más de 3.600 vidas. El impulso que abre una holgada puerta a la esperanza se ha dado el sábado en Belfast. El Partido Unionista del Ulster, probritánico y el más importante de la provincia, decidió apoyar por nítida mayoría (480 contra 389, en votación secreta) la arriesgada propuesta de su jefe, David Trimble, para cambiar de política y encabezar un Gobierno del que formará parte el Sinn Fein, brazo político del IRA, sin exigir previamente el comienzo del desarme de la guerrilla republicana. Los unionistas, en una decisión vivamente criticada por el jefe del Sinn Fein, Gerry Adams, se han dado un plazo cautelar hasta febrero para que comience este adiós a las armas. De no ser así, Trimble abandonará el Gobierno.Una agenda inusualmente rápida incrementa las expectativas. El Gabinete provincial de cuatro partidos debe ser designado hoy mismo por la Asamblea norirlandesa. El Parlamento británico transferirá inmediatamente después el poder de autogobierno a Belfast. Y este jueves, un histórico Gobierno de coalición entre protestantes y católicos, encabezado por el victorioso Trimble, será dueño por primera vez de los destinos de Irlanda del Norte desde 1972, cuando Gran Bretaña asumió el control de la provincia en el apogeo de la violencia. El mismo jueves, el IRA debe designar un representante para discutir los aspectos técnicos de su desarme con la comisión que preside el general canadiense John de Chastelain.
El compromiso de Belfast dista de significar la paz. Pero -y así lo han entendido Londres, Dublín y Washington- señala un hito que devuelve la vida al empedrado camino iniciado el Viernes Santo de 1998 para poner fin a uno de los conflictos sectarios más envenenados de Europa. La fragilidad creciente del proyecto de convivencia para el Ulster había forzado una nueva y desesperada misión de rescate por parte del mediador estadounidense George Mitchell. El antiguo senador, uno de los pilares del proceso, ha mantenido negociaciones intensivas con todas las partes durante 11 semanas.
La principal espada de Damocles del nuevo escenario es qué sucedería si, formado el Gobierno de coalición, el IRA rechazara iniciar el desarme. Semejante eventualidad haría caer en picado probablemente la posición del Sinn Fein en un Gabinete que deberá discutir pronto asuntos tan cruciales como la reforma de la policía del Ulster. La suerte del proceso de paz parece residir otra vez en la capacidad de ambos enemigos históricos -unionistas deseosos de mantener los lazos con Gran Bretaña, republicanos que persiguen el final de la dominación de Londres- para conceder una tregua a su arraigada desconfianza y hostilidad. El premio que está al alcance de la mano, una paz duradera tras 30 años de guerra civil, es de los que merecen cualquier esfuerzo.
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