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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Riesgos en Seattle

LA TERCERA conferencia ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que se iniciará el martes en Seattle, se afronta con más cautelas que probabilidades de éxito. La retórica asociada a las grandes expectativas despertadas por lo que habría de ser el lanzamiento de la "ronda del milenio" ha ido cediendo protagonismo ante obstáculos que pueden llegar a impedir el éxito esperado: desde la concreción de la agenda de la conferencia hasta la actitud de diversos grupos contrarios a decisiones liberalizadoras adicionales sobre el comercio mundial.En esta rápida evaporación de las esperanzas que la conferencia había suscitado concurren diversos factores. Desde la tardanza en resolver el relevo en la dirección de la propia OMC, finalmente saldado a principios de este año, hasta la manifiesta divergencia de posiciones en el seno de los principales países industrializados y de algunos de éstos con los países en desarrollo. Organizaciones de diverso tipo, desde ecologistas a sindicalistas, hasta camuflados representantes de grupos de presión proteccionistas, se darán cita en Seattle para tratar de impedir avances.

Desde su tardía creación en 1995 en sustitución del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), la OMC ha tratado simultáneamente de solventar las diferencias en el ámbito de los intercambios internacionales y de ampliar el número de sus miembros. Hoy son 134 países los suscriptores de sus reglas, frente a los 23 con que nació el GATT en 1947. El reciente acuerdo alcanzado por China y EEUU facilitará el acceso de Pekín en los próximos meses, reforzando ese carácter ecuménico de la organización y estimulando presumiblemente la modernización política y económica de un país llamado a desempeñar un papel clave en el próximo siglo.

Pero el compromiso entre Washington y Pekín, con ser importante, en modo alguno garantiza un desenlace favorable de la conferencia ministerial de Seattle. Se trata aquí de conseguir unos pactos suficientemente vinculantes para que el siglo en ciernes permita a más países beneficiarse de una creciente liberalización del comercio. La extensión de la agenda de las negociaciones a temas como la competencia, la inversión o la transparencia en las contrataciones públicas, enunciadas en la anterior conferencia ministerial de Singapur, en diciembre de 1996, es tan conveniente como poco probable. En su lugar es presumible un enfrentamiento entre los grandes a propósito de la agricultura.

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Estados Unidos y la Unión Europea volverán a polemizar sobre las ayudas a este sector. Washington ataca la singularidad de la política agrícola común (PAC), que permite que esas ayudas representen en la UE el 45% del valor de la producción agraria, frente a un 22% en EE UU. La UE hará valer las razones históricas de esta actitud, además de justificar su política con argumentos medioambientales o relativos a la salud. Unos y otros pueden hacer que la agricultura condicione el impulso que en Seattle deberían cobrar otros capítulos más directamente ligados al crecimiento de la economía mundial en los próximos años.

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