Un experto juzga excesiva la alarma social creada por agresiones sexuales a menores
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Enrique Echeburúa, catedrático de Sociología clínica, cree que existe en la sociedad una "hipersensibilidad" acerca de las agresiones sexuales a menores, un problema que según sus datos ha alcanzado durante su infancia a un 4% de la población vasca. Considera que las cifras que se ofrecen en algunos estudios "se refieren a otro tipo de situaciones que no pueden considerarse abuso sexual", como son actos de exhibicionismo o tocamientos "que no tienen reperscusiones psicológicas para los afectados".Echeburúa participó ayer en el seminario que sobre violencia ejercida contra menores organiza el Instituo vasco de Criminología en la academia de Arkaute. El catedrático entiende que los datos que se ofrecen llegan a provocar "una respuesta enfermiza no justificada por los casos que se producen". Esta "alarma" que originan las noticias sobre agresiones tienen su contrapunto en una "reacción social" que considera positiva.
Echeburúa destaca dos perfiles en el agresor, con el que trabaja en un programa de tratamiento en Vitoria y Bilbao. Por un lado se encuentra el pedófilo, una persona con impulsos "enfermizos" que actúa en un ámbito extrafamiliar. Se trata de individuos solitarios, que acceden al menor a través de regalos, son siempre hombres y en la mayor parte de los casos no lleva a cabo la penetración. Las dos terceras partes de sus víctimas son niñas y su actuación es ocasional.
Los agresores intrafamiliares -el 60% o 70% de los casos, según el sociólogo donostiarra- son personas depresivas, con problemas de estrés y conflictos en su matrimonio. Los contactos son continuados y sólo en ocasiones llevan asociados actos de violencia. El 87% de ellos es varón y "un porcentaje elevado son padrastros o familiares próximos".
"Las víctimas suelen tener sentimientos de culpa al creer que han provocado una ruptura familiar o el encarcelamiento del padre", indica Echeburúa, que asimismo cree que las condiciones para que se produzcan este tipo de actos en el entorno urbano "son cada vez mayores".
