_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

En femenino

LUIS MANUEL RUIZ

Las escritoras reunidas en el Congreso de Literatura que la Universidad de Málaga celebró la pasada semana afirman que pretenden ser antes escritoras que mujeres: que el sexo, aun cuando es natural que añada cierto carácter a la naturaleza de la escritura, no es una impronta que vincule su obra de uno u otro lado, que dirija sus afectos en la dirección de temas específicos ni conduzca sus dedos para decantarlos por metáforas o formas sintácticas que a un hombre pudieran no ocurrírsele. Y es que las escritoras sienten, con razón, que a la hora de leérselas se tienen más en cuenta criterios hormonales que literarios; parece que ciertos lectores, o editores, o publicistas se dedican detectivescamente a rastrear sus productos con el fin de detectar y aislar el elemento químicamente puro en donde reside esa misteriosa entelequia, la literatura femenina. Para ésta, como para muchas otras etiquetas, qué duda cabe, corren tiempos de bonanza: no hay más que echar un par de vistazos a los índices de venta de libros para efectuar otro tanto de constataciones bien visibles. La primera, que en este país la mayoría de lectores es femenina, porque el idiotismo futbolístico todavía no es pregnante en su sexo y sus ojos pueden recorrer algo más que diarios deportivos; y la segunda, derivada de la anterior, que las editoriales han planteado una masiva respuesta a ese dato copando los muestrarios de las librerías con nombres de mujeres, que hacen libros en los que se ocupan de temas propios de mujeres, o lo que los despachos consideran así. El reciente Planeta de Espido Freire y Nativel Preciado, el pasado de Carmen Posadas, la estela de Carmen Rigalt, Rosa Montero y tantos etcéteras lo dejan bastante claro: la literatura femenina ha cobrado en los últimos años una perceptible hegemonía en los premios y las estanterías.

El problema llega cuando ese precinto obliga a quien lo ostenta a dirigir su trabajo en una u otra dirección. Como en el cacareado caso de la literatura joven y las cazadoras de cuero, muchos críticos y lectores incautos deben pensar que mujer escribiendo es sinónimo de desencuentros en la pareja, sagas familiares, un realismo mágico vagamente sudamericano y sus gemelas dosis de sensiblería. Es normal que este retrato robot asuste a muchas de las autoras salpicadas, pero hay también quien lo reivindica, porque al menos es alentador que por vez primera se produzca esa discriminación positiva y que el hecho de ser mujer constituya ventaja más que óbice para verse publicada: decía Suso de Toro, refiriéndose al nacionalismo gallego, que quería que se construyesen barreras justamente para poder saltarlas.

Aunque quizá toda esta cuestión se vuelva espuria de aquí a unos años y no tenga más sentido que gastemos tinta en ella. El siniestro programa informático Brutus 1, con nombre de histórico magnicida, afirma que puede ofrecer a cualquier editor una narración indistinta de la que podría elaborar un ser humano. El futuro está resuelto: si no hemos hallado un amanuense que sea capaz de tocar todos los palos con idéntica soltura, tenemos etiqueta nueva. Literatura mecánica, y no precisamente la de André Breton.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_