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Crítica:CANTO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sencillamente, Mirella Freni

Los cantantes de ópera veteranos, cuando se enfentan a un recital de arias y escenas como el que ayer dio la soprano Mirella Freni (Módena, 1935) en el Teatro Real de Madrid, están sometidos al menos a un par de condicionamientos de entrada: la imperiosa necesidad actual de encontrar un divismo que está desapareciendo a pasos agigantados, y los efectos positivos o negativos de la cultura discográfica. La añoranza de antaño, unida al perfeccionismo de los registros técnicos, forma un cóctel muy particular.Mirella Freni es un pedazo vivo de la historia de la lírica de este siglo. Algunas de sus interpretaciones se han convertido en hitos de referencia. Mirella Frenia ha sido, es, Mimí; Mirella Freni ha sido, es, quizá compartiendo el cetro con Raina Kavaibanska, Adriana Lecouvreur; Mirella Freni ha sido, es, Tatiana. Ayer, claro, cantó fragmentos de estos personajes. La identificación emocional fue inevitable.

Mirella Freni

Orquesta Sinfónica de Madrid. Director: García Navarro. Fragmentos de Verdi, Puccini, Cilea, Massenet y Chaikovski. Teatro Real, 15 de noviembre de 1999.

Es, en cualqueir caso, Mirella Freni una diva humilde. Si existiese un útopico planeta exclusivo para cantantes de ópera, Mirella saldría elegida primera ministra en una votación democrática. Su aire de ama de casa que canta, su sencillez, enamoran.

A Mirella, en primer lugar, se le adora. Las aclamaciones se suceden. El concierto se convierte así en un homenaje: a una forma de entender la ópera, a una presencia querida con la que se mantienen lazos de afectividad.

La audición de discos influye lo suyo en todo este proceso de identificación. Se requiere sentir lo que ya supone de antemano la encarnación de lo insuperable. Es ella, es Mimí. La presión escénica se acentúa ante estas exigencias, pero una cantante sabia como Mirella Freni convive con ella con naturalidad.

Sus mejores cualidades

Definía José Luis Téllez hace unos años a Mirella Freni como una voz de carne y de sangre, "una homogeneidad asombrosa en la totalidad del recorrido, firmeza del aéreo color, extrema riqueza de armónicos, ductilidad de la articulación y respiración tan hábilmente administrada que sus silencios son música". Tiene razón, evidentemente, y en Madrid ayer, aun habiendo perdido esmalte y brillo respecto a comparecencias anteriores, algo lógico por cuestión de edad, volvió a demostrar sus mejores cualidades. Se explican, desde luego, las pequeñas decepciones de una minoría y, aún mucho más, el clima de apoteosis imparable y entusiasmo con que cautivó a la imensa mayoría de los espectadores. No sólo es cuestión de mitomanía. La soprano de Módena tiene un sentido musical innato que arrastra sin posibilidad de resistencia.La escena de la carta de Eugenio Onegin, por ejemplo, fue sensacional. En cada frase, en cada momento muscial, surgía esa chispa de la emoción que únicamente despierta el verdadero arte. Historia y presente se juntaban. Mirella Freni comenzó su recital con "Ritorna vincitor", de Aida. Fue una decisión valiente que predisponía al siempre esperado "Si, mi chiamano Mimí", de La Bohème, donde volvió a desplegar toda su ductilidad, ternura e identificación con el personaje. Los momentos mejores de la primera parte estuvieron, sin embargo, en ""Io son l"umile ancella", de Adriana Lecouvreur, verdaderamente arrebatador.

El fragmento elegido de Manon, de Massenet, fue magistralmente cantado, pero, en arte de mitomanía, yo al menos eché de menos el impulso lírico que daba a esta página Victoria de los Ángeles, como en el O mio babbino caro, también magistralmente cantado, se paseó por el Teatro Real la sombra de Montserrat Caballé.

García Navarro dirigió con pulcritud a una entonada Sinfónica de Madrid, que mostro un buen nivel y algunas pequeñas irregularidades. El maestro valenciano supo dar a cada obertura o fragmento musical el clima que requería: impulsivo en Le villi; delicado en un estupendo preludio del acto cuarto de Adriana Lecouvreur; bien dosificado de planos en Las vísperas sicilianas. Tal vez cuajó ayer una de sus actuaciones más completas como director musical del Real.

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