Los invisibles votantes de Simonenko
El 31 de octubre, en el colegio electoral 115 de Lvov, tacharon el nombre de Kuchma 534 votantes. Otros 124 se inclinaron por Simonenko. Los primeros no ocultaban ayer su voto. Los segundos se hicieron invisibles. Tenían miedo a hablar. En Ucrania occidental, el rojo es un color clandestino. Primera pista: el idioma. Segunda: la edad. Tercera: la forma de votar. Si alguien hablaba en ruso, pasaba de los 50, utilizaba la cabina para marcar su cruz y doblaba la papeleta para que su apuesta no fuera visible, podía ser un votante comunista. Siguiendo este rastro, y tras más de 30 minientrevistas con el mismo resultado ("voté por Kuchma"), alguien que se negó a dar su nombre, y como cogido en falta, afirmó: "A usted no le importa". Dimitri (de 56 años), conductor, que cobra 5.000 pesetas al mes, con tres hijos (dos de ellos en el paro), dijo que votó "contra todos" porque "ni Simonenko ni Kuchma nos sacarán de la miseria". Sólo en la calle, una profesora de 35 años, Larisa, confesó tras mucha insistencia que votó por Simonenko: "No quería decirlo porque tengo miedo. Podría perder mi trabajo". ¿Sus motivos? "En tiempos soviéticos había dinero, aunque no en qué gastarlo. Ahora es al revés, y con mi sueldo no puedo comprar fruta y vitaminas para mi hija de año y medio".
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