Tatuajes del siglo
NEGRITASLa enésima prueba de que el siglo, y el milenio, expiran a la par (aunque todavía falte un año y 45 días por mucho que se empeñen en lo contrario grandes superficies, agencias de viajes e incluso paneles electrónicos municipales que cuentan hacia atrás) es el afán revisionista. Parece que cuando el siglo muere, ya no queda inventiva digna de despuntar. Así que se opta por rescatar del baúl de Karina aquello que gozó de éxito. Una discográfica se ha atrevido con una recreación de coplas clásicas con artistas más modernos. Malú, Ana Belén, Marta Sánchez, Javier Álvarez, Andrés Calamaro o Rosario se miden con míticas voces (entre otras Concha Piquer, Juanita Reina, Imperio Argentina) a través de versiones singulares.
Mientras eso ocurre en el panorama musical, en el político se vuelve a recetas añejas vestidas de nuevos colores. No hay inventos. En la asamblea de la Federación Andaluza de Municipios y Provincias, clausurada el sábado, se debatieron como propuestas novedosas tres asuntos que suenan a lo de siempre: quieren que Aznar y Chaves den más dinero a los ayuntamientos; aspiran a que los concejales cobren el paro y proponen la contratación de policías interinos (acabarán seleccionándolos las empresas de trabajo temporal: oiga, mándeme diez policías y un cabo para reprimir una manifestación de agricultores).
Las citas culturales que suscitan mayor interés son aquéllas que miran atrás. La de Velázquez y su tiempo sevillano, por ejemplo. Y las movilizaciones más contundentes obedecen a reivindicaciones históricas como la falta de agua. En realidad, la gran novedad de esta etapa milenarista reside en el efecto del tránsito sobre los ordenadores. Garantizar que cambiarán su tiempo al compás del nuestro ha costado un dineral. Aun así, hay seres desconfiados que se preparan para hacer acopio de víveres y retiradas de efectivo para guardarlo bajo un colchón que, por muy casposo que resulte, no percibirá la llegada del 2000. Un año que entrará en Sevilla casi al mismo tiempo que los restos de Diego Martínez Barrio, el último presidente de la II República, que falleció en el exilio en Francia. Gracias al tesón de la Asociación de Abogados Progresistas de Andalucía, se cumplirá el deseo del dirigente republicano de ser enterrado entre los suyos, a pesar de la historia, que en la primera mitad del siglo fue agitada y propensa al invento.
TEREIXA CONSTENLA
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