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Julio Aparicio negocia su reaparición con el apoderado Simón Casas

"Soy torero, he toreado desde siempre", afirma el diestro madrileño

Tras año y medio de reclusión en el campo, Julio Aparicio, de 30 años, vuelve a los ruedos. "Soy torero. He toreado desde siempre", dice el diestro madrileño como única y contundente explicación a los motivos que amparan el regreso. En estos momentos, desde su finca en Plasencia, Aparicio hace cábalas sobre la que quiere ser su reaparición definitiva. "Confío en que ésta sea la de verdad. De aquí hasta el final", dice, y concluye: "Aunque nunca se sabe. Yo vuelvo con toda la ilusión. Eso es lo único seguro".

De hecho, hasta la cuestión del apoderado permanece aún abierta. "Estoy en conversaciones con Simón Casas. Él vuelve de América este fin de semana y, probablemente, para el lunes ya esté todo claro". El empresario de la plaza de Castellón y apoderado de Uceda Leal y José Luis Moreno vendría a sustituir, caso de haber acuerdo, a Aurelio García. Así las cosas, todo está por determinar.El 4 de junio del año pasado el diestro anunciaba la retirada y dejaba en el aire la cuestión de su regreso. "Entonces me encontraba cansado", recuerda, "sin ganas. Estaba toreando sin ninguna motivación. Además, la suerte no estaba conmigo. Yo no soy un torero con la habilidad para sacar faena de un toro malo. Mi forma de hacer las cosas es sólo una: hacerlas como las siento. No soy de esos que tienen recursos".

Desde entonces Julio Aparicio dice haber estado "pensando". Pensando en solitario y pensando en compañía de su padre, el también torero del mismo nombre, retirado en 1969. "Él sabe mejor que nadie lo difícil que es esto. Si por él fuera, yo no torearía más. Pero también es cierto que me ha visto con ganas y sabe que me gusta torear", afirma el hijo.

Cada tres palabras, una es ilusión. Las otras dos dan vueltas al mismo argumento: su forma de torear. "Sólo entiendo esta profesión de una manera. Tienes que ser capaz de expresar lo que sientes delante del toro. Para ello tienes que disfrutar, tienes que estar con ánimo", comenta. Dicho lo cual, Aparicio cambia de argumento. Sobre la reciente sentencia que le ha condenado por desobedecer a un presidente un lejano día del mes de agosto de 1994, ni palabra. Ni palabra buena. "Eso es cosa de mi abogado", zanja.

"Ritual simbólico"

En Vitoria, el diestro consideró inapropiado una única oreja como recompensa a un triunfo jaleado desde los tendidos. Aparicio enterró y pisó el apéndice. Lo que para la autoridad fue desprecio, para él fue lo contrario. En palabras de su abogado, fue "un ritual simbólico" por el que se expresa el deseo "de lograr, mediante esa semilla, frutos futuros en la plaza".Comentario de Aparicio: "El reglamento no dice nada al respecto. Uno puede hacer con la oreja lo que quiera. Por lo demás, creo que los jueces deberían ocuparse de cosas más importantes; puedo asegurar que las hay".

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