¿Australia monárquica?

SI HAY un país donde los signos externos no tengan nada que ver con la monarquía, la pompa o los anacronismos poscoloniales, ese país es probablemente Australia. Los australianos, sin embargo, se han pronunciado en referéndum, 55% contra 45%, a favor de mantener como jefe del Estado a la reina Isabel de Inglaterra, en vez de elegir un presidente. En uno solo de los seis Estados, Victoria, ganó la propuesta de cambio constitucional, pese a que las encuestas de opinión muestran que un 70% de los ciudadanos tiene un consistente sentimiento republicano.La contradicción es sólo aparente. El voto de Australia, un gigantesco y semivacío país de identidad difusa en el Pacífico sur, no ha sido de lealtad a una reina distante o de nostalgia por unos lazos de dos siglos con la metrópoli. Lo que la consulta ha mostrado es el rechazo a una propuesta insuficientemente democrática en una nación donde el sufragio femenino tiene más de un siglo, y los comicios parlamentarios mediante voto secreto, casi siglo y medio. Los votantes entienden que la elección de presidente no debe hacerla el Parlamento, como se proponía, sino que debe ser directa y popular. En el modelo rechazado, los dos tercios de ambas Cámaras escogerían al jefe del Estado, pero el primer ministro conservaría excesivos poderes, tanto en el mismo proceso como para librarse del elegido; y la mayoría de las facultades presidenciales serían ceremoniales y nebulosos sus poderes para defender la Constitución.

El referéndum del sábado, una victoria política para el primer ministro promonárquico John Howard, sustancia de momento la cuestión. Sólo de momento, porque los australianos, una sociedad políticamente dinámica y multicultural, volverán a pronunciarse más temprano que tarde sobre un tema que tiene mucho que ver con el papel que pretenden desempeñar -véase Indonesia- en un escenario tan agitado como el sureste de Asia.