La dirección de la Media Luna Roja turca dimite acusada de incompetencia
La junta directiva de la Media Luna Roja turca (organismo equivalente a la Cruz Roja española) anunció ayer su dimisión en bloque debido a las reiteradas acusaciones de negligencia y mala gestión en su labor de ayuda a las víctimas del terremoto que asoló la región del noroeste de Turquía el pasado mes de agosto. Los 28 miembros que componen la junta directiva han hecho pública la decisión un mes después de que su director general, Kemal Demir, decidiera renunciar a su cargo. Las promesas de su sucesor, Yuksel Bozer, de "limpiar la mala imagen y el honor de la Media Luna Roja" no han bastado para frenar las innumerables críticas lanzadas desde los medios de comunicación contra este organismo. La falta de reflejos a la hora de responder ante la catástrofe, un material sanitario en condiciones deficitarias y la escasez y mal estado de las tiendas de campaña proporcionadas son algunas de las principales acusaciones vertidas en contra de la organización.
La mala gestión de la Media Luna Roja se hizo patente tan sólo unos días después de la catástrofe. Los envíos de material de ayuda internacional a su nombre desaparecieron misteriosamente en algún punto del trayecto entre el aeropuerto de Estambul y su lugar de destino. Las tiendas de campaña facilitadas entre los damnificados eran antiguas, no disponían de suelo y carecían de material aislante para la lluvia. También se acusó a los coordinadores de este organismo de repartir las tiendas en buen estado entre sus conocidos y familiares. Además, los hospitales móviles instalados por la Media Luna Roja en la zona siniestrada casi siempre se encontraban vacíos, ya que los heridos preferían los servicios dispensados por los hospitales de la ayuda internacional. Unas deficiencias que contrastan con la lujosa sede que la Media Luna Roja está construyendo en el centro de Ankara.
Sin embargo, esta institución no ha sido la única en ver cómo le llovían las críticas meses después del terremoto. Los fallos de comunicación y coordinación entre las autoridades civiles y el Ejército, que tardó más de 48 horas en aparecer en la zona siniestrada, y la incompetencia del ministro de Sanidad, Osman Durnus, quien -entre otros detalles- se negó a aceptar sangre donada por los griegos, completan un cuadro de ineficacia que no ayudará a pasar el invierno a las 600.000 personas que perdieron sus hogares.
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