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Millás inicia una etapa de literatura fantástica con su nueva novela

'No mires debajo de la cama' rescata personajes de otros libros

La realidad es hoy tan cambiante y discurre a tanta velocidad que la única manera de reflejarla es a través de la literatura fantástica, frente a la novela realista, que tiene una vida efímera. Esta convicción ha llevado a Juan José Millás (Valencia, 1946) a consolidar el género fantástico con su nueva novela, No mires debajo de la cama (Alfaguara), un territorio que había explorado en artículos y en su anterior libro, El orden alfabético. "Me siento rejuvenecido, como si empezara a escribir de nuevo", dijo ayer el escritor.

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Millás se siente con esta novela casi como un primerizo, pero sigue manteniendo a la hora de escribir una disciplina férrea, adquirida a lo largo de una década como escritor. Se levanta a las seis de la mañana y se sube a la tercera planta del chalé adosado donde vive, en el extrarradio madrileño. Y en ese lugar apartado, por donde ayer se colaba a través de una claraboya el sol espléndido que lucía en Madrid, escribe hasta las nueve. Después lee la prensa ("el periodismo me vincula con la realidad, es impagable, cada vez me gusta más", dice) y entra en una lógica completamente diferente. Ahora, según contó ayer, centrada en la presentación de su nueva novela, No mires debajo de la cama, que le ha aportado una nueva juventud. "Tengo la sensación de que el corte es radical, el inicio de una nueva etapa. Hasta ahora tardaba de dos a cuatro años en escribir una novela, pero ésta me tiraba de la cama y me ha salido después de un año de El orden alfabético. Y es que la literatura fantástica es la única que puede seguir la velocidad de la realidad, frente a la novela realista, que tiene el peligro de esclerotizarse. Por ejemplo, en una novela de hace cuatro años no hay teléfonos móviles, mientras que Alicia en el país de las maravillas sigue vigente", opinó el autor, premio Nadal 1990 por La soledad era esto.Con una estructura circular, No mires debajo de la cama narra combinando el terror y el humor ("la risa es la otra cara del terror, por eso los payasos nos asustan tanto") un encuentro fortuito en el metro de la juez Elena Rincón (el ama de casa de La soledad era esto) con otra mujer, que cambiará la vida de todos los personajes, entre otros, de Vicente Holgado, protagonista de Ella imagina. Y relata, en un capítulo delirante, la odisea de unos cuantos zapatos en busca de una identidad, unos objetos que aglutinarán a todos los personajes al final de la novela. "Los zapatos son unos artefactos diabólicos, que empujamos debajo de la cama donde están los miedos ancestrales. Y son unos seres estupendos para evocar preguntas existenciales. Por ejemplo, un par de zapatos es un individuo o dos. Eso, trasladado a los personajes, es muy desconcertante. Parece que somos uno y somos dos, porque siempre llevamos alguien dentro que nos hace la pascua", según Millás, colaborador de EL PAÍS.

La búsqueda del par

Es también la búsqueda del par y la inquietud de encontrarlo: "Es una tensión de ser doble y ser uno muy interesante y que nadie resuelve a lo largo de su vida", a juicio del autor, que recupera para sus personajes una de sus obsesiones: un punto neurótico, "que todos llevamos dentro". Para el escritor, casado con una psicoanalista, "seguramente es una característica del ser humano, como un motor que todo el día le da vueltas".No mires debajo de la cama arranca de la idea de que ese lugar es un territorio mítico de la infancia, en el que se acumulan los objetos depositarios de los fantasmas y parte de la identidad de cada uno. "Es un ecosistema y un territorio esencial porque se necesita un lugar donde dejar los miedos, me resulta muy inquietante que hoy fabriquen las camas sin huecos, igual que construyen casas sin pasillos, porque nos dejan sin esos lugares míticos necesarios. Y si se reducen esos espacios no es raro que los terrores afloren en forma de pesadilla", lamenta Millás.

El autor de El desorden de tu nombre afirma que hoy lleva el éxito con mucha naturalidad: "Es desquiciante para el que lo ha conseguido con mucha gratuidad, porque sabe que de la misma forma lo puede perder, pero en mi caso hay proporción entre lo trabajado y lo conseguido".

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