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El regreso de la extraña pareja

Andreotti, cortejado por todos tras su absolución, y Craxi, que exige la revisión de sus procesos para volver a Italia, reconquistan la escena política

El Gobierno no ha cambiado. En palazzo Chigi sigue instalado un primer ministro excomunista (Massimo D"Alema) que arrastra fatigosamente una coalición cada vez más desdibujada. Pero en Italia están pasando cosas importantes que algunos analistas políticos califican lisa y llanamente de "restauración" y otros de regreso a la moderación tras años de locura jacobina. Una cosa está clara, dos grandes personajes de la Primera República que hasta hace poco estaban en el banquillo de los acusados por la historia como mafiosos y corruptos, los exprimeros ministros Giulio Andreotti, de 80 años, y Bettino Craxi, de 65, han sido rehabilitados en un tiempo récord. Si Andreotti ha necesitado dos sentencias absolutorias para hacerse con los titulares de los periódicos y volver, cortejado por todos, a los salones de la política, a Craxi, huido a Túnez en 1994, le ha bastado una crisis cardiaca seria para provocar una conmoción general en su país, donde se ha abierto un corrosivo debate sobre las razones de su fuga (o exilio) y la oportunidad de que regrese.El mismo sábado 23 de octubre en que el Tribunal de Palermo declaraba inocente a Giulio Andreotti de un delito de asociación mafiosa, dos jueces muy ligados a la historia procesal del exprimer ministro democristiano, Claudio Vitalone y Corrado Carnevale, (el primero implicado en el proceso de Perugia y el segundo acusado de asociación mafiosa) eran rehabilitados en sus cargos por el Consejo Superior de la Magistratura. Por esas mismas fechas, Arnaldo Fornali, secretario general de la Democracia Cristiana en los tiempos del terremoto de Manos Limpias, veía aligerada su condena de cárcel por una de prestación de trabajos sociales. En el transcurso de una semana y gracias a la prescripción del delito, Craxi se veía liberado de una condena a cuatro años y nueve meses de cárcel por haber aceptado ilegalmente dinero de la empresa All Iberian, parte del conglomerado Fininvest que pertenece a la familia del magnate de la televisión privada y líder de la oposición, Silvio Berlusconi, con él condenado en primera instancia.

Locuacidad recobrada

Un viento nuevo sopla en este país. Un viento que se ha dejado sentir en la locuacidad recobrada de algunas figuras significativas del vertiginoso periodo 1991-94, como Achille Occhetto, exlíder comunista, creador del Partido de los Demócratas de Izquierda, o del fiscal jefe de Milán, Gerardo D"Ambrosio, uno de los miembros destacados del movimiento de jueces Manos Limpias que destapó el escándalo de Tangentopoli. Uno y otro han venido a decir que, en realidad, Bettino Craxi, uno de los grandes imputados en aquel terremoto judicial, tenía razón cuando, para escándalo general, declaró en el Parlamento en 1992 que los partidos políticos se financiaban, efectivamente, de forma ilegal.De acusados, Andreotti y Craxi han pasado a ser acusadores. Y su tesis, la de que han sido víctimas de un compló urdido para "renovar" de forma expeditiva una clase política (representada sobre todo por la DC y el PSI) y sustituirla por otra, ha convencido en no pocos sectores, provocado finalmente una especie de psicodrama nacional. Hasta el punto de que en estos momentos, desde su lecho de enfermo del hospital militar de Túnez, el ex líder socialista se siente con fuerzas como para dictar las condiciones de su regreso a Italia. No quiere salvoconductos sino que se prepara a reclamar una revisión de todos y cada uno de sus juicios, por los que totaliza una petición de penal de 27 años de cárcel, casi 10 años ya de sentencias firmes, dictadas por el Tribunal Supremo.

Craxi quiere que el Parlamento italiano cree una comisión con plenos poderes que investigue toda la verdad de lo ocurrido en los últimos 20 años de la historia de Italia. El partido de Berlusconi, Forza Italia, le apoya, y también los diversos grupúsculos socialistas que quedaron en pie tras la ruptura del PSI. Pero, puestos a examinar el pasado, el presidente del Congreso de Diputados, el exmagistrado Luciano Violante, propone que sea el Parlamento entero el que analice no sólo el periodo de Tangentopoli, sino todos los episodios oscuros del pasado que han regresado ahora a la actualidad italiana convocados por diversos informes secretos, desde la financiación del KGB al PCI hasta el apoyo económico prestado por los Estados Unidos a la Democracia Cristiana.

El periodista Giuliano Ferrara, ex comunista y fiel defensor hoy del magnate Silvio Berlusconi, propone un campo de actuación todavía más amplio: estudiar lo ocurrido en Italia desde el final de la era Mussolini hasta hoy. Insiste en que hay que empezar enseguida, antes de que estalle un nuevo escándalo.

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