Ecologismo transgénico
"¡Noticia! Me quedo en Barcelona; es decir, permanezco en este útero materno situado entre el Besòs y el Llobregat. Tenemos que vernos". A este mail de Conxa, el lunes por la noche, siguieron otros con incomprensibles preguntas y advertencias: "¿Por qué un tomate transgénico es más bello y apetitoso que uno biológico? ¡Horrible problema de conciencia!"; "cuidado con el virus: el comando Perrin Exe borrará toda la información del disco duro y se refugia en la memoria de la computadora. ¡Y no hay antivirus! Nos tienen rodeados: ¡los malos son muy listos!"; "anonadada: con una tontería como llevar pizzas a casa alguien puede ganar 50.000 millones de pesetas vendiendo sólo el 30% de la empresa. ¿Cuántas pizzas calculas que hay que hacer y trasladar para llegar a eso?"; "oído en Madrid tras las elecciones catalanas: Almunia gana las elecciones generales en escaños y Aznar las gana en votos; qué interesante, ¿verdad?"; "definitivo: tengo que compaginar ser una publicitaria creativa y ejecutiva. Parece que los hombrecitos aprenden a ponerse solos los cafés. Me he comprado un poncho irresistible: este año me tira lo hippie, ¿qué te parece? La belleza siempre es una promesa de felicidad; parece un eslogan publicitario pero lo escribió Nietzche". Todo este aluvión, muy típico de esta reina del zapping que es Conxa, anunciaba una semana dislocada y frenética. Sucedió todo lo contrario: me llamó por teléfono, me dio una cita a la que acudió con británica puntualidad y, por primera vez, me hizo confidencias personales. "Ya te veo como una madre", me dijo de entrada. Rectificó: "Más que una madre, pareces mi psiquiatra, lo cual quiere decir que yo, que nunca he tenido que ir al psiquiatra, he acabado cayendo en ello: explicar a alguien mi vida para una investigación periodística me resulta muy divertido. Paso la semana imaginando lo que te contaré y si te lo creerás... Eres muy crédula: pensaste que era una pija arrepentida, una feminista en potencia, y una irresponsable vocacional. No creas que no me he dado cuenta: los mayores siempre pensáis que los jóvenes no entendemos nada de nada, sois de piñón fijo, carecéis de flexibilidad y dais todo por sabido".Me miraba tranquila, con esos ojos que se salen del rostro y estaba muy guapa con su poncho nuevo, sus pantalones de flores y sus botas militares. "Tuve, por fin, una conversación cara a cara con mis jefes, hacía siglos que recibía sus instrucciones por mail. Aclaramos cosas: un ligero aumento de sueldo como reconocimiento a mi eficiencia que seguiré ejerciendo desde Barcelona, aunque cada semana tendré que ir a Madrid: allí se cuece todo lo relacionado con el dinero, ¿y qué es la publicidad sin el dinero? Pondré mi talento a imaginar esas instrucciones para vivir que sólo es capaz de dar la autoridad del dinero... el dinero reciclado por gente que, como yo misma, se interesa por todo y no sólo por el dinero. Mi madre dice que le hago el trabajo sucio al capital, pero ella es una sesentaiochista frustrada: no entiende que si no mandara el dinero tendríamos otro Franco...".
Debí poner una cara extraña, porque dijo: "Hay que hacer de la necesidad, virtud. Ser positivo y contar con lo que hay: pizzas, móviles, banqueros y periodistas. Eso es el mundo global. Estoy de acuerdo con Cosme y con Joan, mis jefes; son hombres, pero tienen ratos de lucidez; ¿por ejemplo?, me dan trabajo. Ahora me encargan que convierta en aspiracional (eso que todo el mundo debe desear) una cadena de restaurantes transgénicos. ¡Y me lo encargan a mí, que soy ecologista!, lo cual significa que tengo los argumentos adecuados... Esas son las cosas que acaban dándote más seguridad: la victoria ante las contradicciones, ¿entiendes?". Aunque no lo hubiera entendido, ¿cómo se puede ir al ecologismo por la vía transgénica?, no tengo más remedio que dejar constancia de ello. (Continuará)
La historia de Conxa P. Puig, de 31 años, licenciada en Bellas Artes que trabaja en una agencia de publicidad, y a la que en Madrid conocen como Inma Páez, forma parte de una complicada investigación sobre lo que mueve a las treintañeras españolas, sus mitos y sus manías, que son muchas.
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