_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Seis clavos

JOSÉ MANUEL ALONSO

Iba para pintor, como su amigo y casi paisano Pablo Picasso, y fue la muerte de su padre la que le hizo coger un papel y un lápiz para escribir su primera poesía. En aquel entonces, con 17 años, Rafael Alberti no lloraba ("y menos delante de otros ojos que no fueran los míos"), pero , al describir a su padre, no pudo evitar, desde aquellos primeros versos, hacer una referencia al arte: "Tu cuerpo, / largo y abultado / como las estatuas del Renacimiento". Y tampoco pudo evitar que, al final de su vida, llegara a escribir, como decía Picasso que él llegó a pintar: igual que lo hace un niño. Como no pudo evitar quedarse prendido de las costas del Cantábrico. Fue tan grande su emoción ("ante esa masa fosca y brava tan diferente a la mansa y azul de mi bahía de Cadiz") que dejó una canción en cada pueblo marinero. La primera de todas, ésta, desde Laredo: "¡Perdonadme, marineros, / sí, perdonadme que lloren / mis mares chicas del sur / ante las mares del norte!" Mar y mares, de ellos formó parte Alberti, siempre, viviéndolos desde dentro.

Sin embargo, de todos los entusiasmos y poesías de Rafael Alberti me quedo con su Condena. Él mismo escribió que nunca se sintió más orgulloso de ser un poeta comprometido que con aquel poema dedicado a Franco con motivo del Proceso de Burgos: "Del generalísimo Franco", escribía, "decía por ahí la gente que no era "inmortal" sino "inmorible": tanto tardaba en entregar a Dios su alma y su mano casi paralítica de firmar penas de muerte. Pero esta vez no iba a poder hacerlo, pues aquellos seis bravísimos vascos del proceso de Burgos, levantaron en el mundo tal oleada de protestas, que se lo impidió. Se llamaban Izco, Uriarte, Larena, Gorostidi, Onaindia y Dorronsoro. Yo me apresuré a escribir un breve poema en el que predecía que si los mataba ellos serían los seis clavos de su caja". Aquel poema podría haberlo titulado Seis clavos y comienza así: "Si los condenas a muerte / si los matas, / ellos serán los seis clavos / de tu caja, / los seis clavos de tu vida, / los últimos, si los matas".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_