La liturgia de los cacahuetes
Tomás y Julio son vecinos. Han quedado esta tarde en casa del primero para ver el partido entre el Madrid y el Atleti. Julio llevará una botellita de vino y, posiblemente otra de cava, para festejar la victoria de su equipo. Porque Julio es del Madrid, y no se entiende. Tomás siempre se lo dice. "¿Cómo es posible, Julito, que habiendo vivido frente al Calderón, seas madridista?". "Así es la vida Tomasín, chato, unos hemos nacido para ganar y otros para perder", contesta Julio con media sonrisa dibujada maliciosamente en la comisura de los labios.Rueda el balón y Tomás comienza a sentir por dentro esa sensación atenazante que tan sólo los atléticos sabemos describir. Se muerde las uñas, el Madrid es el dueño y señor del campo, los balones en ataque del Atleti son misiles esféricos que sobrevuelan el césped; Julio, con sorna, mira a Tomás y disfruta viendo a su vecino y amigo atragantarse con el puñado de cacahuetes que se ha metido en la boca de golpe, por los nervios. Tomás se levanta. ¡Gol de Raúl! "¡Joder!". Siempre moja contra nosotros. Tomás no verá la segunda parte.
Durante el descanso hay tensión en el cuarto de estar. "¿Quieres una copita de vino blanco, Tomás?". "Blanco no quiero nada. Voy a la nevera a por un bíter".
Al comienzo de la segunda parte, Tomás se levanta y se va a la ventana. No soporta sucumbir frente al Madrid. Siempre la misma humillación. No lo ve, pero lo escucha, mientras ante sus ojos se perfila la silueta del campo atlético,mudo, sórdido, testigo de tantas taquicardias inútiles. Se cambiará de barrio para no verlo. Sí, mañana mismo buscará en el Segunda Mano un piso por Manoteras, lejos del río, no más brumas para el espíritu.
¡Gol de Valerón! No puede ser. Valerón no juega. A Ranieri no le gusta porque es creativo. Le habrá cambiado tras el descanso. Julio no dice nada, estará retorciéndose en el sofá ¡Ojalá le sienten mal los cacahuetes! ¿Gol de Jimmy? ¡Ganamos, ganamos! Increíble, ganamos en el Bernabéu.
Suena el timbre de la puerta. Será Julio que ya llega para ver el partido. Traerá una botella de vino y otra de cava para celebrar la victoria. Por la ventana se ve el Calderón, que toda la vida es sueño, y los sueños... ya se sabe.
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