Jatamí da un paso más en la apertura de Irán con su visita a París
En el cauteloso acercamiento entre Irán y Occidente hasta el mínimo detalle resulta relevante. El proceso, que se inició con la llegada a la presidencia de Mohamed Jatamí, significa la normalización internacional de la República Islámica, y los primeros pasos en este sentido tienen forma de visitas de Estado. La que hoy inicia Jatamí en París, primera de un jefe de Estado iraní a Francia desde la Revolución Islámica de 1979, ya fue programada la pasada primavera, pero se suspendió por culpa del vino."Razones de protocolo", argumentaron las autoridades francesas con delicadeza. En Teherán era un secreto a voces que desde París se insistía en servir vino durante el banquete oficial. Del otro lado, los responsables iraníes no podían aceptar la presencia de bebida alcohólica en la comida. "Va contra el islam", adujeron. No era una novedad. Cuando el año pasado viajó a España el ministro iraní de Exteriores, Kamal Jarrazí, tampoco pudo servirse vino. Pero Francia, que hace bandera de su laicismo, no se conmovió ante la religiosidad de su invitado. Ahora, aprovechando que Jatamí se dirigirá a la Asamblea General de la Unesco, será por fin huésped del presidente Chirac. Para ello, se ha encontrado una solución salomónica: no habrá banquete oficial. Incluso esa pequeña concesión resulta delicada. Y es que los conservadores iraníes están a la que salta y de conocer la renuncia a la inevitable comida oficial, tendrían un nuevo argumento para criticar el viaje de Jatamí.
Aperturismo peligroso
Para los sectores más inmovilistas del régimen, esta visita -al igual que la de marzo a Italia- señala el camino de un aperturismo peligroso y hablan de "humillación", por lo que califican de falta de claridad en la invitación. "¿Quién nos ha invitado? ¿Se trata de una visita a París aprovechando una visita a la Unesco? ¿O de una visita a la Unesco aprovechando una visita oficial al Elíseo?", se preguntaba días atrás el diario Resalat.
Dos asuntos preocupaban al Gobierno de Teherán durante los preparativos. El primero, y de mayor contenido, era la voluntad francesa, expresada por su ministro de Exteriores, Hubert Védrine, de suscitar el asunto de los 13judíos iraníes acusados de espionaje y detenidos desde junio. Mientras la comunidad judía y numerosas organizaciones humanitarias subrayan los aspectos irregulares del caso, las autoridades iraníes insisten en que se trata de un "asunto interno" no relacionado con creencias religiosas. Algunos observadores ven en ello una maniobra de los conservadores (que controlan los servicios secretos y la justicia) para dañar la imagen de Jatamí.
El segundo punto de preocupación es más una cuestión de imagen. Los responsables iraníes quieren evitar que, como sucediera en Italia, Salman Rushdie aparezca en Francia en las mismas fechas que Jatamí o que alguna manifestación de la oposición armada Muyahidín el Jalq, que ha dirigido una carta a Chirac, con 22.000 firmas de franceses, pidiendo la cancelación de la visita, moleste al presidente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.