La maldición de Buenos Aires
En 1987, cuando el peronista Antonio Cafiero quebró la racha radical iniciada con la victoria de Raúl Alfonsín en 1983 y recuperó para su partido la gobernación de la provincia de Buenos Aires, se sintió tan invencible que se comparó con Diego Maradona. En una entrevista con EL PAÍS, hablando de sus ambiciones y de la posible postulación como candidato a la presidencia, Cafiero, eufórico, contestó : "Es como si usted le preguntara a Maradona, después de regatear a cuatro ingleses durante la Copa del Mundo en México y está solo frente a la portería si va a convertir el gol o no".Pues no. Cafiero falló el remate final. El gobernador no podía concebir por entonces que Carlos Menem, un anacrónico y marginal caudillo de la modesta provincia de La Rioja, en el noroeste del país, se le arrojaría a los pies desde atrás y le arrebataría en las internas del partido el sueño de ser Maradona.
Sobre Cafiero pesaba la llamada "maldición" de Buenos Aires. Un maleficio histórico que ahora parece afectar también a la candidatura de Eduardo Duhalde. La profecía dice que nunca un gobernador de la provincia de Buenos Aires llegó a ser presidente. Diez años más tarde, en otra entrevista, Duhalde dijo, confiado: "Yo voy a ser el primero".
El licenciado en Ciencias Políticas y destacado analista Osvaldo Pepe recuerda que "hay una excepción perdida en el fondo de la historia. Bartolomé Mitre fue presidente después de ser gobernador. Pero eran tiempos de guerra interna, cuando se terminó el conflicto entre la Confederación y Buenos Aires. Es decir que se trataba de una transición histórica y de un caso de vencedor de guerra". Pepe advierte además que "la estructura socioeconómica del bonaerense fue tradicionalmente peronista, y votó en consecuencia. Pero con el retorno de la democracia en 1983, ese voto comenzó a cambiar".
"El primero y segundo cordón del conurbano, es decir los municipios más cercanos a la capital federal, ya votan casi en sintonía con los porteños. En este caso a favor de la Alianza y en contra del peronismo-menemismo. Esto se debe al fenómeno que los sociólogos llaman "urbanización del voto". Y esto se pudo verificar en todas las elecciones a partir de 1983, menos cuando vino la marea menemista en 1989 y 1995. El voto peronista se mantiene fiel a partir del tercer cordón, el más pobre y alejado".
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