¿Y ahora qué, Maragall? PILAR RAHOLA
Como se trata de ganar votos y no de perder kilos, probablemente no podré utilizar el símil que algún sátiro inventó para castigo de los practicantes de los regímenes para adelgazar: lo difícil no es perder lo que sobra, lo difícil es mantener lo perdido. Ciertamente, el objetivo de una campaña electoral no es convertir a nuestros sufridos candidatos en cuerpos Danone -trabajo habría en algún caso-, sino más bien todo lo contrario: engrosar su valor político con el valor que dan los votos. Pero, igual que con la tiranía de la báscula, el reto político se sitúa en el mes posterior al milagro, quizá en el año posterior, y está directamente ligado a la capacidad de consolidar la posición adquirida. Maragall ha ganado, me parece fuera de toda duda. Y más aún, Pujol ha perdido, sobre todo porque ha perdido dos veces: en votos y en su propia circunscripción, donde ha recibido un correctivo más que severo. Por cierto, ¿cómo se gobierna contra el parecer de la mayoría de los ciudadanos de tu propia circunscripción, capital, por ende, del país? Quizá como hasta ahora, de espaldas a la capital... Sea como sea, el escenario catalán ha cambiado después del 17-O, y algunos de los cambios son enumerables: Pujol ya sabe ahora que no puede presentarse más veces, cosa que no tenía descartada; las carreras de galgos en la casa convergente van a parecerse a la caza del jabalí versión montserratina, y Dios nos libre de cruzarnos por el camino, y por supuesto, el baño de María de la política catalana, con ese chup chup insulso que la ha definido durante 20 años, parece que puede acabar: la cosa se anima; también es evidente que la sociedad está variando, que hay una renovación biológica que puede significar una clara renovación ideológica, y finalmente, parece también concluyente que la calle de Nicaragua tiene posibilidades de degustar, hoy más que ayer, el cava que se le calentó en el año 80. Si a ello añadimos que la herencia convergente no ha sido depositada en can Esquerra -que también ha perdido votos- ni en el PP, podemos concluir que Cataluña, la Cataluña real, no la proclamada, sino la vivida, empieza a ser otra Cataluña. El tiempo acabará de dar las claves.Otra Cataluña. Pero ¿es Maragall otro PSC? Aquí está, desde mi punto de vista, el reto clave que tiene que afrontar el hombre que ha ganado en votos y que, por tanto, tiene como primera prioridad mantenerlos, consolidarlos y aumentarlos. Ganar las elecciones, presidir no sólo la Generalitat sino también un cambio de etapa histórica y, por tanto, cambiar Cataluña, va a ser necesariamente el fruto de un cambio de paradigma. Desde mi punto de vista, la sociedad catalana está dando muestras de haber cambiado mucho más que sus partidos políticos, e incluso el partido que propugnaba el cambio -y que por ello ganó- es aún muy antiguo en imagen, en personas, en discurso. La foto de la noche electoral -Serra, Obiols, Reventós, Nadal, Maragall- era enormemente contradictoria: recogían los frutos del cambio hombres que no habían cambiado nada. ¿Donde estaban los Ciutadans pel Canvi en ese podio de ganadores? No tengo nada que decir sobre los valores clásicos de un partido político, pero creo firmemente que Maragall tiene que liderar una renovación en sintonía con la renovación catalana.
Primero, de personas. Más que restar los activos actuales, sumar activos nuevos, abrir perspectivas, regenerar de nombres la vieja nómina de siempre. Quizá pasar de la ortodoxia de los clásicos a la heterodoxia de la renovación, con todas las contradicciones y también riesgos que ello signifique. Por dos motivos: porque Maragall tiene que ser mucho más que PSC, ya que los cambios históricos los hacen las grandes sumas, y no los viejos esquemas, y porque el cambio tiene que surgir del anhelo de amplias capas sociales, y no sólo del deseo legítimo de poder de un partido político. Repito: hablamos de cambiar Cataluña, no sólo de gobernar Cataluña.
Segundo, de discurso. ¿Va a continuar el mundo de Maragall permitiendo la apropiación de Cataluña que durante 20 años ha hecho Pujol con el permiso -si se me permite- del PSC? ¿Cómo es posible que personas que lucharon por las libertades catalanas hayan permitido durante años que ex alcaldes franquistas ahora en Convergència los tildaran de "españolistas"? Es decir, ¿cómo es posible que la defensa de Cataluña no haya parecido el patrimonio y la prioridad del PSC, como lo parecía de CiU, a pesar de los pactos antinatura con el PP, de los De la Rosa, de Casinos y del sursuncorda? Dije hace semanas que Maragall podía recoser la Cataluña dual y romper con la Cataluña maniquea de buenos y malos catalanes. También creo que Maragall tiene que renovar el discurso para conseguir dos milagros: romper la apropiación de Pujol y, en consecuencia, romper la desafección de los suyos. Si hay un nuevo catalanismo, habrá que notarlo justamente en la pelea por quién defiende más y mejor el país, y eso significa un discurso político que el PSC hasta ahora no ha hecho. Significa ideas comprometidas sobre Cataluña y sobre España, pero significa también gestos simbólicos, también comprometidos. ¿No sería hora de plantear, por ejemplo, el grupo parlamentario propio en el Congreso? A la Cataluña de las esencias pujolianas, Maragall tiene que afrontar la Cataluña de las necesidades, eso está claro. Pero también tiene que plantear una nueva manera de pensar, defender, articular el catalanismo. Hay otra manera de pensar Cataluña y quizá los ciudadanos ya lo saben. Es hora de que lo sepan también nuestros partidos políticos.
Tercero, las maneras. De la autarquía de Pujol, al diálogo. Del control mediático, a la liberalización de los medios. De la especulación, al pacto social. Del control de la sociedad civil, a la articulación de una necesaria masa crítica. Ya sé que eso no se puede hacer desde la oposición, sino desde el Gobierno. Pero esta oposición tiene que demostrar que, si llega, va a ser muy distinta. El discurso de un nuevo catalanismo tiene que ser, también, el discurso de una nueva manera de entender el poder.
Cambio de paradigma. Porque la sociedad ya se está renovando, y si no se renuevan los que la quieren dirigir, no van a conectar con ella. A lo dicho, Pasqual. El milagro no ha sido ganar los votos, el milagro, el reto, la responsabilidad va a ser mantenerlos y aumentarlos. El milagro, pues, está en la espera.
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