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GUERRA EN EL CÁUCASO

Presiones en Moscú a favor y en contra del asalto final

La facilidad con que las tropas rusas se han hecho con el control del tercio norte de Chechenia alimenta estos días a los halcones que piensan que la conquista de Grozni es pan comido y que es posible exterminar por completo a los "bandidos", un término que se identifica cada vez más con "combatiente checheno", esté o no controlado por el presidente Aslán Masjádov.El ministro de Asuntos Exteriores, Ígor Ivanov, aseguró el martes a EL PAÍS que no estaba previsto el asalto masivo terrestre a Grozni y que la solución final tendría que ser política. El titular de Defensa, Ígor Serguéyev, parece también partidario de la prudencia. Por contra, el jefe del Estado Mayor, Anatoli Kvahsnín, y el de la Administración presidencial, Alexandr Voloshin, se sitúan en el campo de los que apuestan por llevar la guerra hasta sus últimas consecuencias.

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Sobre el presidente ruso, Borís Yeltsin, llueven estos días presiones de diferente signo. Según el diario Segodnia, el líder del Kremlin se dejó llevar por su instinto y optó por no dar (todavía) la orden de asaltar Grozni en la reunión que mantuvo con los máximos responsables de la seguridad. Pero eso fue el miércoles.

El primer ministro, Vladímir Putin, recorría mientras tanto el frente de batalla. No está del todo claro cuál es su postura, pero no puede olvidar que sólo gracias a esta guerra y a la dureza con que la maneja ha conseguido convertirse en un candidato presidencial verosímil, al que una encuesta situaba ayer por delante incluso del exprimer ministro Yevgueni Primakov.

Grozni está al alcance de la aviación y la artillería rusas. Demasiado cerca. Tanto que puede parecer un paseo conquistarla. Los moderados alertan contra este triunfalismo y recuerdan el desastre de la pasada guerra. Los radicales piensan en la revancha y calculan su valor en votos.

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