La imagen de los candidatos
El resultado de las elecciones catalanas puede favorecer o dañar la estabilidad de Aznar
Las elecciones catalanas no solo van a decidir quién preside la Generalitat en los próximos cuatro años sino que su resultado puede contribuir a la estabilidad o a la desestabilización de José María Aznar como presidente del Gobierno. Una victoria de Maragall favorecería las expectativas del PSOE en las elecciones generales y pondría en cuestión el apoyo que hasta ahora le ha prestado CiU al PP en el Congreso de los Diputados. Por el contrario, la victoria de Pujol tranquilizaría a José María Aznar, porque conservaría el horizonte de colaboración nacionalista y las perspectivas de ver complementada su fuerza.Felipe González comentaba, en su etapa de presidente de Gobierno, que en todos sus encuentros con Jordi Pujol lograba mantener un alto nivel de conversación sobre el horizonte de España en Europa o el encaje territorial de Cataluña en España. Pero siempre, para chasco de González, la conversación llegaba a un punto en el que inesperadamente daba un vertiginoso giro y Pujol pasaba de hablar de los problemas de España para entrar en el euro y solicitar financiación para los Mossos d"Esquadra.Con Aznar la historia se ha repetido. En las cuatro horas que duró su primer encuentro con Pujol, la mayor parte del tiempo lo dedicaron a hablar de la historia de Cataluña y del futuro de una España del euro. Pero de golpe, Pujol volvió a su giro estratégico y planteó los problemas de la financiación autonómica.
Ambas anécdotas reflejan la manera en que se ve a Pujol en el resto de España: un político con una gran experiencia y conocimiento de la historia, con sentido del Estado y de la gobernabilidad. Pero también como un hombre apegado a su tierra, para la que trata de arrancar beneficios que luego no son tan ciertos.
Por ello, la imagen de Pujol ha oscilado en el tiempo. Ha vivido momentos de gran reconocimiento en toda España, como cuando en la tarde del 23-F tranquilizó a todos los ciudadanos al desvelar que en una conversación con el Rey, éste le dijo: "Tranquilo, Jordi, tranquilo".
Pero Pujol también ha tenido momentos muy bajos de popularidad, como cuando tras los pactos de mayo de 1996 con el PP pareció que vendía su apoyo a la gobernabilidad a cambio de cotas autonómicas para Cataluña.
Si Pujol es un político muy conocido en Madrid no sólo por su larga trayectoria sino por sus numerosas visitas a la capital, no sucede lo mismo con Pasqual Maragall. El ex alcalde de Barcelona es un gran desconocido en el resto de España. De él queda la imagen pública de la energía que infundió a los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, y del estupendo legado que ha dejado en la capital catalana.
En España, la imagen pública de Pasqual Maragall es la de un extraordinario gestor y de un magnífico relaciones públicas, que vuela por libre en las filas de su partido y al que se conoce muy poco políticamente. Maragall impone respeto y miedo a la vez, no sólo en el Gobierno sino también entre sus compañeros de la Ejecutiva Federal del PSOE, que saben que si gana su modelo territorial de España acabará tirando del vacilante modelo autonómico de Ferraz, mientras que al Gobierno Aznar le producirá un enorme dolor de cabeza.
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