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El Senado de EEUU aplaza la votación sobre el Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares

El Senado de Estados Unidos aplazó anoche hasta hoy su votación sobre el Tratado de Prohibición Completa de Pruebas Nucleares (TPCPN). En un ambiente enrarecido por el golpe de Estado en Pakistán, el Senado dudaba entre pronunciarse en contra del Tratado o aplazar cualquier decisión hasta la salida de Bill Clinton de la Casa Blanca. Una y otra posibilidad constituyen una terrible derrota política para Clinton y un mensaje inquietante sobre el porvenir del tratado internacional que prohíbe explosiones nucleares reales en cualquier lugar y para siempre.

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Sólo dos de las siete potencias atómicas han ratificado el texto

El Senado estadounidense sólo ofrece dos destinos al TPCPN: enviarle al limbo aplazando hasta el 2001 la votación sobre su ratificación, o condenarle al infierno procediendo ahora a votar y rechazándolo. Clinton, que en 1996 firmó el tratado en nombre de su país y a la espera de que el legislativo lo ratificara, ya se contenta con que el asunto quede en el limbo. Es seguro que, de producirse una votación, la ratificación del TPCPN no contaría con la necesaria mayoría de dos tercios de los 100 senadores estadounidenses.La Casa Blanca luchaba por evitar que el Capitolio de Washington enterrara con su negativa un acuerdo que despierta tantas esperanzas internacionales. Lo único que consiguió al filo de la madrugada fue un aplazamiento hasta hoy, unas horas más para seguir negociando con los líderes republicanos del legislativo.

La mayoría republicana del Senado ponía una condición al aplazamiento de la votación: que Clinton se comprometiera formalmente a no volver a someter a ratificación el tratado hasta su salida de la Casa Blanca, dentro de 15 meses. Jesse Helms, el muy radical líder republicano del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara alta, exigía incluso que Clinton pusiera por escrito ese compromiso. Ello sería toda una humillación para el líder de la primera potencia del planeta, que quedaría atado de manos hasta el final de su mandato en una de sus principales iniciativas internacionales.

Los líderes republicanos del Senado y la Casa Blanca negociaban anoche una fórmula de compromiso. De fracasar esa negociación, la votación podría producirse hoy, y, con ella, la muerte del TPCPN, que está lejos de contar con el imprescindible apoyo de al menos 67 senadores.

El núcleo duro de la mayoría republicana en el Senado hacía oídos sordos a las encuestas que afirman que el 82% de los norteamericanos es favorable a la prohibición de pruebas nucleares. Y menospreciaba los llamamientos desesperados a favor de la ratificación del tratado de aliados de EEUU tan estrechos como Reino Unido, Alemania y Francia, o de potenciales rivales como China. También ignoraba el estímulo a favor de la proliferación nuclear que la no ratificación enviaría a India y Pakistán.

Los republicanos no aceptaban el hecho de que, si algún país con voluntad de potencia nuclear puede permitirse ratificar ese tratado, ése es EEUU.

Desde 1945, EEUU ha realizado más de 1.000 ensayos nucleares reales, a cielo abierto, subterráneos y submarinos. El único país que en dos ocasiones ha utilizado la bomba atómica en una guerra sigue disponiendo del arsenal nuclear más abrumador, unas 6.000 cabezas nucleares operativas, la mitad de las que tenía en los ochenta.

Desde comienzos de esta década, EEUU dispone de la tecnología necesaria para simular en ordenadores explosiones nucleares, por lo que en 1992 Clinton aprobó una moratoria en las pruebas reales. La superpotencia cuenta asimismo con los medios económicos necesarios para esas simulaciones y, de hecho, el programa de ensayos nucleares en laboratorio le cuesta cada año unos 4.500 millones de dólares (alrededor de 720.000 millones de pesetas).

Amenazas del nuevo milenio

Pero el Senado no se fía. Los opositores al TPCPN continuaban argumentando anoche que la ratificación supondría desarmar a EE UU frente a las amenazas del nuevo milenio. El tratado, decían, impediría a EEUU modernizar su inmenso arsenal sin garantizar que otros países no puedan realizar pruebas nucleares en secreto.Los senadores republicanos citaban un informe de la CIA en el que este servicio de espionaje se confiesa incapaz de verificar si Rusia efectúa explosiones nucleares de baja intensidad, de un kilotón de potencia. Y le añadían otro informe de un responsable del Pentágono en la época del expresidente Ronald Reagan (1979-1987) que afirma que una intensidad inferior a un kilotón es suficiente para hacer un ensayo efectivo.

Clinton, que ya había accedido a poner por escrito su petición de que la votación fuera aplazada, replicaba subrayando lo que parece obvio: la enorme distancia entre EEUU y el resto del mundo en materia nuclear. Y alertando sobre el "enorme daño" que la falta de ratificación del TPCPN supondrá para la credibilidad del liderazgo mundial de EEUU frente a la proliferación de armas de destrucción masiva.

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