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Después de Menem LUDOLFO PARAMIO

Las elecciones presidenciales del día 24 de octubre van a suponer el final de diez años de Gobierno de Carlos Saúl Menem en Argentina. Tras una dura batalla que dividió al justicialismo, el ex vicepresidente y ahora gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, logró convertirse en candidato del partido y frenar los intentos re-reeleccionistas de Menem. De hecho, es probable que la oposición social y política no hubiera podido impedir que se presentara nuevamente, violentando abiertamente la Constitución reformada, de no ser por la oposición interna de Duhalde y sus seguidores.Aunque sus estrategas, incluyendo el publicitario brasileño Duda Mendonça han tratado de restablecer la imagen de entendimiento y unidad del justicialismo, Menem se ha encargado de quebrarla, con desplantes y tomas de distancia especialmente duras cada vez que las posturas de Duhalde le desagradaban. Pero en realidad la campaña de éste ha sido desde el comienzo una tarea imposible, obligado a la vez a tratar de obtener el respaldo de las bases sociales del peronismo y a marcar distancias respecto a Menem para evitar verse arrollado por los deseos de cambio político. Lógicamente no lo ha logrado.

Tras su reelección, en 1995, la suerte de Menem cambió. La recesión provocada por el efecto tequila dejó una herencia de desempleo que el crecimiento posterior no logró resolver. Con la economía argentina sumida ahora en una nueva recesión, las cifras de desempleo, desigualdad y pobreza se acumulan para ofrecer un negro balance de este segundo mandato. En este contexto de crisis, los desenvueltos modales del presidente, que en un primer momento pudieron ser incluso una de las bases de su popularidad, irritan especialmente a la clase media, mientras que la mala situación económica erosiona su credibilidad entre las capas populares del gran Buenos Aires.

Si la oposición se hubiera presentado dividida es posible que Duhalde hubiera tenido alguna oportunidad. Pero la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación, formada por la UCR de Raúl Alfonsín y el Frepaso (Frente País Solidario, a su vez una coalición de partidos menores), ha logrado reunir todas las sensibilidades críticas frente al menemismo, desde quienes objetan a la erosión de las instituciones y el deterioro del Estado de derecho hasta quienes simplemente desean un gobierno con una sensibilidad social más sincera. El populismo del discurso menemista, y la política asistencial y clientelar de Duhalde en Buenos Aires, ya mostraron sus límites con la derrota del justicialismo en las elecciones de 1997, y en especial con la victoria en las elecciones para diputados nacionales de la candidata de la Alianza, Graciela Fernández Meijide, frente a Chiche Duhalde, esposa del gobernador de la provincia.

Para colmo de males, Domingo Cavallo, artífice del plan de convertibilidad al que se atribuye el mérito de la nueva estabilidad monetaria argentina, compite con Duhalde por el voto peronista. Es poco verosímil que partiendo de la intención de voto que le atribuyen las encuestas (7-8%) logre su objetivo de superar a Duhalde y pasar a la segunda vuelta. Es bastante probable en cambio que le perjudique severamente en la primera, acentuando su imagen de perdedor. Una imagen que el publicitario Mendonça ha intentado capitalizar, en un intento patéticamente torpe de suscitar el efecto underdog.

A un mes de las elecciones, la ventaja de la Alianza, encabezada por el radical De la Rúa como candidato a presidente y el líder del Frepaso Chacho Álvarez como candidato a vicepresidente, parece ser de unos 13-15 puntos. Se diría que aún queda mucho tiempo y que esta tendencia se puede quebrar, pero lo cierto es que hoy por hoy la mala suerte parece cebarse en Duhalde. Cuando los estrategas justicialistas intentaban atacar a la Alianza por las opiniones de algunos de sus dirigentes sobre la despenalización del aborto, la ex esposa de Menem, Zulema Yoma, reveló en público haberse realizado un aborto con el apoyo de su marido. Y, sobre todo, la actuación policial durante un asalto con rehenes al Banco Nación en Ramallo, una pequeña población al noroeste de Buenos Aires, ha destrozado la imagen del candidato justicialista: "la masacre de Duhalde", titulaba su información el semanario Tres Puntos. La pobreza y el desempleo han dado fuerza a la delincuencia, y en medio de un creciente sentimiento de inseguridad la policía bonaerense es blanco de todas las sospechas.

La creencia en que las mafias policiales trabajan como bandas privadas o las patrocinan era ya irreversible desde el caso Cabezas, el asesinato de un periodista incómodo para un empresario mafioso vinculado a Menem. Duhalde intentó reorganizar la policía para evitar nuevos escándalos, pero la consigna contra la delincuencia lanzada por el vicepresidente Ruckauf (hay que "meterles bala") ha tenido un efecto muy negativo cuando en Ramallo la policía ha acribillado a dos rehenes en lo que se considera un intento no de evitar que los asaltantes huyeran sino de impedir que pudieran hablar. Es de temer que el problema de la inseguridad y las mafias policiales sobrevivirá al menemismo, y que la candidata de la Alianza al gobierno de la provincia de Buenos Aires, Graciela Fernández Meijide, tendrá en esta tarea su principal desafío.

Quizá por el mal final que tuvo el gobierno de Alfonsín, en 1987-88, acorralado por hiperinflación y obligado a adelantar el traspaso de poderes, existe preocupación entre los militantes de la UCR por las dificultades que puede encontrar un gobierno de la Alianza. Parece que será inevitable, en medio de la recesión, realizar un nuevo ajuste económico para que una menor percepción de riesgo permita bajar los intereses de la deuda, y buena parte del poder institucional seguirá en manos del partido justicialista. Pero quizá los votantes de la Alianza, con tal de dar por cerrada la etapa menemista, estén dispuestos a mantener su confianza aunque el nuevo gobierno no consiga hacer milagros a corto plazo. Si consigue mostrar que los problemas sociales son su prioridad, y restablece la fe en la posibilidad de un gobierno austero, honrado y que se atiene al derecho, De la Rúa puede tener más tiempo del que creen los pesimistas.

Ludolfo Paramio es profesor de investigación en la Unidad de Políticas Comparadas del CSIC.

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