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Indemnización millonaria a 13 pasajeros por 28 segundos de terror en un avión en zona de turbulencias

Juan Antonio Carbajo

La hermana de Steven Spielberg pasó los peores 28 segundos de su vida en un avión de la compañía American Airlines. Iba de Los Ángeles a Nueva York en junio de 1995 cuando el aparato entró en zona de turbulencias. El primer bandazo arrojó a los pasajeros al suelo. "Había cuerpos volando por todas partes", describe muy cinematográficamente Nancy Spielberg. "Conseguí agarrar por el tobillo a mi hija Jessica, de seis años. Entonces el avión empezó a dar más bandazos. Iba arriba y abajo. Busqué con la mirada a mi hija Melissa, de dos años, y a su cuidadora. Estaban también tiradas en el suelo gritando y llorando. Yo sabía en ese momento que íbamos a morir".Los tribunales estadounidenses han demostrado una vez más su habilidad para traducir en dólares cualquier situación dramática. Los 13 pasajeros que como Nancy Spielberg demandaron a American Airlines por aquellos "28 segundos de terror" que padecieron se repartirán ahora 320 millones de pesetas, según determinó el jueves un jurado del Tribunal Federal de Manhattan, en Nueva York.

La compañía ha sido declarada culpable del impacto emocional sufrido por sus clientes y condenada por no haber tomado determinadas medidas como no activar los sensores que hubieran advertido de la entrada en una zona de turbulencias y no prevenir a los pasajeros para que se abrocharan el cinturón.

Uno de los abogados de los pasajeros, James P. Kreindler, comentó ayer a The New York Times que la compensación era la más alta para un caso de incidencias aéreas en el que sólo se han producido secuelas psíquicas. Los demandantes adultos recibirán entre 23 y 24 millones de pesetas, dependiendo de la intensidad del impacto emocional; los niños, 32 millones.

Los abogados de la compañía intentaron convencer al jurado de que los pasajeros exageraban su reacción. En la vista del jueves emplearon un argumento: "Por supuesto que ningún pasajero va a olvidar jamás aquel incidente, pero, desde el punto de vista de la ley, lo que hay que determinar es cómo ha afectado eso a sus vidas", dijo al jurado uno de los defensores. Y respondió: "Nada. Esas personas continúan haciendo la misma vida que hacían antes".

El jurado prefirió atender a los dramáticos relatos de los demandantes ahogados en palabras de terror y desesperación. "Yo escuchaba a mi hija gritar y no conseguía saber dónde estaba", empezó a relatar al tribunal Karen Berman, otra pasajera. "Entonces giré la cabeza y la vi en el aire, como si hubiera sido lanzada desde su asiento. Intenté tranquilizarla, pero yo sabía que le estaba mintiendo. Realmente pensaba que aquel era el final de nuestra vida".

Esta resolución entrará a formar parte del bazar de curiosas demandas que han convertido a muchos estadounidenses en millonarios, desde la mujer que demandó a la cadena de hamburguesas McDonald"s por abrasarse al vertérsele encima un café hirviendo, al suicida que se tiró al metro, quedó mal herido y demandó al Estado de Nueva York porque el convoy no pudo frenar a tiempo.

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