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Amor y resistencia

Estrechamente unida a la fiesta nacional del País Valenciano aparece, en la ciudad de Valencia, la antigua costumbre de ofrecer dulces de mazapán en forma de frutas y la piruleta, el tronador, ronyoses, canellons, peladilles, confits, turrons... envueltos en un gran pañuelo de cabeza o incluso de Manila. Sabemos que antiguamente era un regalo de pretendientes a pretendidas, de prometidos a sus prometidas y de amantes a amadas; recientemente el obsequio se ha hecho extensivo a las casadas y, éste es el segundo año en que se quiere convertir en realidad la feliz idea de incluir un libro valenciano, que es de desear que también sea en valenciano.La mocadorada de Sant Dionís ha dado a la jornada un tinte de fiesta de los enamorados y al santo, en principio abogado de los poseídos por el demonio, con el tiempo y, tomando como motivo la costumbre, le añadieron el encargo de protector de los amantes. Pero la fiesta de Sant Dionís no es una fiesta de ardorosos amadores, sino que se trata de una jornada festera especialísima en la se que practiva un rito de galanteo que es la mocadorada.

Prácticas como la mocadorada iban ligadas a las fiestas más importantes del año, a las fiestas mayores en las que siempre hay un espacio para el festeig y sus ceremonias. En Orihuela, Alicante y Elche se ofrecía a lo largo de la jornada de San Antonio, la gran fiesta del invierno. En Elche, curiosamente, el componente principal era el terró de núvia. En Alcoy se regalaba el día de San Jorge; en Altea la diada de San Miguel se ofrecía un pañuelo de seda o de pita, con turrón duro y blando en su interior, en Cocentaina se ofrecía en la fira de Tots Sants; turrones y frutas de mazapán se entregaban a las mujeres de Planes durante al festa del Xop.

Para publicar y revelar el amor, entre valencianos, el pañuelo ha sido mensajero de la estima. Para nuestra cultura popular, una de las más antiguas formas de manifestar simpatía por una doncella o por una dama o de requerirle una relación era lanzarle a sus pies un pañuelo. Una pieza fundamental también en ese gran espacio para el galanteo que es la danza; los cantos que acompañaban los bailes tradicionales lo señalan: mocador de Manila/mocador de crespó/a ballar les dances/al carrer Major. Si durante la danza el bailador ofrecía a la compañera, en lugar de la mano, el pañuelo para cogerse, equivalía a una diáfana declaración de amor. Al iniciarse el baile, las danzantes escogían pareja lanzando un pañuelo a los pies del joven pretendido. Existen, además, bailes de mocadors i mocadorets. Y, según se canta en La Vall d"Albaida, l"alegria d"un fadrí/és un mocador de pita/una manta morellana/i una xica ben bonica. Y, por si fuera poco, la balladora, quan balla,/sempre mira el ballador,/si li penja o no li penja/la punta del mocador.

La relación con la danza es otra prueba de los estrechos lazos del pañuelo con las antiguas costumbres y ceremoniales valencianos de galanteo. Gracias a la mocadorada de Sant Dionís, el pañuelo sigue siendo en el País Valenciano embajador y heraldo de tiernas pasiones. Los placenteros afectos que tan bien simbolizan las formas muy sintomáticas de la piruleta y del tronador, aunque oficialmente son la representación de los artefactos pirotécnicos que se disparaban con motivo de la fiesta.

Pero la diada nacional de los valencianos, a partir del 1707, fue manipulada, mistificada o prohibida. Frente al justo derecho de Conquista borbónico se alzaba una fecha tan clara de la fundación de un estado independiente y soberano en la Europa del siglo XIII. A partir del mal d"Almansa, únicamente el Cabildo de la catedral insistía en recordarla con dignidad, al tratarse de la conmemoración de la consagración de nuestro primer templo, el hecho fundamental ocurrido aquel sábado 9 de octubre de 1238.

Después de la Guerra de Sucesión, los valencianos tuvieron que festejar su nacimiento como pueblo en el ámbito privado y familiar. Con ello, el rito de galanteo cobró un nuevo significado: el de ser testimonio de la resistencia del pueblo valenciano a desaparecer. Durante años de ignominia, la mocadorà de Sant Dionís ha recordado, año tras año, que el País Valenciano era un pueblo entre los pueblos del mundo.

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