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Cataluña,Cataluña XAVIER MORET

El escritor británico Julian Barnes se permite en su última novela, Inglaterra, Inglaterra, un saludable ejercicio de sátira en el que imagina un parque temático que reúne en la isla de Wight lo que los turistas consideran esencial de su país. En el libro, Barnes publica una lista de los 50 must de Inglaterra. El listado ha sido encargado por el magnate Jack Pitman, ideólogo del nuevo parque temático, por el siguiente procedimiento: "Se ha solicitado a compradores potenciales de ocio de calidad de 25 países que enumerasen cinco características, virtudes o quintaesencias asociadas a su juicio con la idea de Inglaterra". El resultado, en los 10 primeros lugares de la lista (el top ten) es el siguiente: 1. La familia real. 2. El Big Ben / Las Cámaras del Parlamento. 3. El Manchester United. 4. El sistema de clases. 5. Los pubs. 6. Un petirrojo en la nieve. 7. Robin Hood. 8. El críquet. 9. Los acantilados blancos de Dover. 10. El imperialismo. En el resto de la lista hay cosas como la bandera, la BBC, el esnobismo, el Times, Shakespeare, los taxis de Londres, los almacenes Harrods, los autobuses de dos pisos, la homosexualidad, el estadio de Wembley, la frigidez emocional, la cerveza, la hipocresía, Churchill y la ropa interior pésima. La lista, hay que reconocerlo, tiene el acierto de reunir todos los tópicos posibles sobre Inglaterra. A partir de aquí, todo resulta fácil: lo único que queda por hacer es reunir en una isla todos estos elementos que configuran la esencia de Inglaterra. El turista, así, no tendrá que cansarse recorriendo el país de arriba abajo. En un solo día lo tendrá todo resuelto. Son las ventajas del turismo del siglo XXI.

La pregunta que se impone es la siguiente: ¿cómo sería un parque temático Catalunya, Catalunya? ¿Qué características, virtudes o quintaesencias asociadas a su juicio con la idea de Cataluña elegirían los compradores potenciales de ocio de calidad de 25 países? ¿Qué lugar sería apropiado para instalar un parque temático del país? Vayamos por partes. En primer lugar, el escenario. Port Aventura se instaló cerca de Salou para albergar pabellones de todo el mundo, pero lo que toca ahora es pasar de lo universal a lo concreto, de los pabellones exóticos a la esencia de Cataluña. Barnes elige para su parque temático la isla de Wight. El problema es que no disponemos de islas similares en Cataluña. ¿Las Medes? Están bien situadas, a un tiro de piedra de la costa, pero resultan pequeñas. ¿La de Port Lligat? Podría valer, pero su tamaño sigue siendo poco apropiado. ¿La de Buda, en el Delta del Ebro? El problema es el mismo, aparte de que por el nombre parece ideal para un parque temático más bien budista, con el patrocinio de Richard Gere, por supuesto.

Aparquemos de momento el tema de la isla y, a la espera de encontrar un espacio adecuado -podría ser una isla artificial o un escenario como el del Maremàgnum-, fijémonos en el contenido. ¿Qué elegirían los operadores turísticos extranjeros como quintaesencia de Cataluña? Aun a riesgo de meter la pata, la lista, siempre con mirada extranjera, podría ser la siguiente: En primer lugar, las playas. ¿Qué otra cosa, si no, vienen a buscar los extranjeros? Playas y sol. Todo ello podría simbolizarse en la emblemática playa de Sitges. 2. Los bares de Lloret. 3. La sangría. 4. El Barça. 5. El pa amb tomàquet. 6. La arquitectura de Gaudí. 7. El Museo Dalí de Figueres. 8. Cadaqués. 9. La butifarra. 10. La montaña de Montserrat.

Podrían añadirse el seny, la obra de Josep Pla y otros elementos más o menos identificables con Cataluña, pero me temo que a los extranjeros sólo les interesa el sol, la playa y la diversión. La cuota cultural la cubren con Dalí y Gaudí, y la deportiva, con el Barça. En definitiva, que no parece que haga falta montar un parque temático para los turistas. Cataluña, de hecho, ya es un parque temático. Basta instalarse en Lloret, tumbarse de día en la playa, emborracharse de noche en los bares de la zona canalla, a poder ser con sangría, y apuntarse a una excursión de un día a Barcelona, para ver el Museo del Barça, La Rambla y la Sagrada Familia, otra a Figueres y una tercera a Montserrat. El resto -la historia, la literatura, el Pirineo, la gastronomía, la artesanía, etcétera- le importa un pito al turista en general. Por desgracia.

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