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Tartessos era una fábrica de pescado

Cuando Schulten y Bonsor comenzaron a horadar la tierra del Cerro del Trigo en 1923, buscaban el esplendor de la capital de los reyes Gargoris, Nórax o Argantonio. Oro y una civilización famosa con alfabeto propio, alabada en los textos clásicos y escurridiza en los estantes de los museos que, con las pocas piezas que almacenan, agigantan el mito. Tres años después, tan sólo dieron con algunos restos romanos, que desdeñaron mientras se alejaban del lugar y del Olimpo de los arqueólogos. Un equipo de investigadores de la Universidad de Huelva comenzó el pasado 14 de septiembre a retomar las excavaciones de la factoría de pescado romana y sus viviendas con muy buenos resultados. La idea partió del director del Parque Nacional, Alberto Ruiz de Larramendi, que estaba muy acostumbrado a oír comentarios sobre los restos del Cerro del Trigo y quería saber más. La expedición se acabará el próximo viernes, ya que se trataba de realizar un mero diagnóstico. El jefe de las excavaciones, el profesor Juan Manuel Campos Carrasco, sin embargo, está animado a que tanto la dirección de Doñana como la Consejería de Cultura decidan continuar escarbando en la historia enterrada bajo seis metros de duna."De Doñana se habla mucho en cuanto a plantas y animales, pero hay asentamientos humanos de hace 3.000 años", enfatizaba ayer Campos. En la zona excavada a lo largo de este mes se han encontrado los pilares de grandes construcciones, correspondientes a los muros (algunos de hasta un metro de piedra) fabriles. También se han desenterrado los contenedores en donde se salaban los pescados para conservarlos, así como ánforas en donde se presume que se almacenaba la celebérrima en la época salsa de garum, con esturión, atún y varias cosas más, todas muy a mano de los pescadores de este enclave. El yacimiento del Cerro del Trigo es el más importante de los 16 enclaves de este tipo hallados en la costa de Huelva. Estas fábricas de salazón solían estar promovidas por las estructuras oficiales del Imperio romano. En concreto esta se fundó alrededor del siglo II, tuvo su auge alrededor del IV y luego se extinguió con el propio régimen político que decidió construir esta fábrica de piedra en medio de un terreno pantanoso.

El asentamiento estaba más próximo al mar que ahora. De hecho, estaba al borde del desaparecido Lago Ligustino. Los peces llegaban hasta la costa en buques más grandes y eran transportados hasta la fábrica en pequeñas barcas. Los productos seguían el mismo camino a la inversa hacia el mar y los mercados de todo el Imperio.

Cada día se descubren nuevas cosas, como un par de hornos de pan hallados ayer mismo. Los seis cadáveres descubiertos en la necrópolis (un niño, tres hombres y dos mujeres) muestran la dureza de la vida de esta gente. Los cuerpos, enterrados por el rito cristiano, develan cómo las enfermedades reumáticas mataban a los habitantes de esta zona antes de cumplir los 40 años.

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