Ópera
Pese a que la silueta altiva de ese toro soberano plantado en algunos cerros de España trata de ser el símbolo del orgullo nacional, el toro de lidia en España es un perdedor nato como cualquier pollo de granja. Humillado en plazas de carros, zaherido en las capeas, acuchillado hasta el final de la corrida en los mataderos de estilo mudéjar ante el jolgorio de una gente agria durante la faena, en sólo 20 minutos el toro cede su espléndida belleza y se convierte en un morcillón sanguinolento. Los que creemos que la fiesta nacional es un espectáculo siniestro acabamos de ser nuevamente escarnecidos por un director teatral que ha incorporado a la ópera Carmen el rejoneo de un toro seguido de su muerte real para dar verdad a la obra. Es necesario recordar que la esencia del teatro es sólo la ficción como la sustancia de las artes plásticas es la representación. Cuando Miguel Ángel terminó de esculpir el Moisés le dio un martillazo en la frente exigiéndole que hablara. Si aquel mármol de Carrara hubiese hablado, en lugar de ser venerado por los siglos como una obra de arte, habría sido sólo celebrado como una hazaña de ventríloco en los barracones de feria. Si todas las estocadas y veneno que se han impartido en la historia del teatro hubiesen sido reales no quedaría un cómico vivo, pero he aquí que un director teatral que confunde la creación con el plasma sanguíneo ha reclamado la presencia de un toro para hacer con él un alarde de realismo en la secuencia de los toreros en la ópera Carmen. ¿Acaso piensa que la muerte real tiene más profundidad que la ficción? En ese caso hay que creer que ese director tiene escaso talento ya que en arte nada hay más inconsistente que la carne y el hueso que matan el espíritu. Imagino qué pasaría si un día el toro se pone borde, salta la barrera y en medio del escenario cornea al tenor y éste tiene que sustituir el aria por un grito desgarrado pidiendo socorro que el coro secundaría con una algarabía de pánico llamando a la ambulancia mientras la pareja de la guardia civil tiene que rematar al animal cantando un dúo. Un juzgado de Barcelona ha mantenido la prohibición de representar en Cataluña esta ópera a sangre viva. La sentencia de este juez puede considerarse no una censura sino una crítica teatral demoledora al hecho de elevar la muerte a espectáculo. Habrá que creer que Cataluña se ha tomado en serio la tarea de limpiar a España de esta basura.
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