Vocalmente memorable
La Bohème Puccini: La Bohème. L. Vaduva, A. Machado, M. Ramón, E. de la Merced. Escolanía Ntra. Sra. Desamparados, Coro de Valencia. Orquesta de Valencia. Director: Tiziano Severini. Director de escena: Roberto Laganà. Teatro Principal. Valencia, 1 octubre.El segundo título del Festival Puccini quedará en los anales de nuestra pobre vida operística como uno de los instantes mágicos e irrepetibles. Y es que Ramón Almazá, director artístico del festival, ha jugado fuerte al traer como protagonistas a dos figuras estelares e indiscutibles. La soprano Leontina Vaduva, pese al incipiente declive vocal que afectó levemente su primer acto, produjo una Mimi de ensueño, en especial en los actos tercero y cuarto. Su addio senza rancor fue de los que sólo las grandes intérpretes del pasado -léase Tebaldi, Olivero, etc.- eran capaces de ofrecer. Pero el artífice máximo de esta Bohème fue el tenor Aquiles Machado. No se le supone una voz de gran calibre, a partir de las breves intervenciones al comienzo de la ópera, pero desde la frase "Non son in vena" hasta su desesperado grito "Mimi!", al final del último acto, Machado recreó la vocalidad pucciniana con toda la pujanza y el brillo de un instrumento tenoril soberanamente manejado. Su Do agudo en el racconto del primer acto fue de los que no se escuchaban en Valencia desde los años dorados de Kraus. Machado tiene todas las posibilidades para convertirse en el tenor más destacado de los próximas décadas. Acaso le falte la galanura escénica que hoy exhiben otros, como Alagna. Pero ¿es que a Gigli o a Schipa se les admiraba por su presencia escénica? Nuestros bravos Miquel Ramón (Marcello) y Elena de la Merced (Musetta) desempeñaron sin problemas sus respectivos cometidos, en un nivel que no desmereció. Philippe Khan, uno de los bajos más impresionantes del momento, brilló en Colline mientras que nuestro Carlos López hizo un Schaunard de lujo. Coros y orquesta fueron llevados con mayor oficio que inspiración por la segura batuta de Tiziano Severini. La producción del Teatro Bellini de Catania se movió dentro de los cauces más tradicionales pero con la virtud de no entorpecer en momento alguno el discurso musical y dramático. Nuestro Teatro Principal se llenó con un público poco ducho en materia lírica, que no supo reaccionar con la vehemencia requerida ante el prodigioso Che gelida manina de Machado, y que incluso aplaudió a destiempo y mal en otras ocasiones. Inadmisible la lectura previa a cada acto. No se debe desinformar al público acerca de lo que va a ver. En cualquier caso, una nimiedad fente al acierto enorme de esta Bohème para el recuerdo.
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