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Tribuna
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El parapente Esquerra

Josep Ramoneda

Esquerra Republicana de Catalunya se desliza en la campaña electoral como un parapente entre dos montañas muy próximas. Si se da contra una de las paredes, corre el riesgo de perder altura rápidamente. Carod Rovira acaba de dar por hecho que Jordi Pujol ganará las elecciones y apela directamente al electorado convergente ofreciéndose como garante de una política nacionalista. Desde la izquierda puede que se interprete como una ruptura de la equidistancia que Esquerra Republicana ha tratado de mantener durante la precampaña. Carod estaría postulándose para una mayoría nacionalista que impidiese que Pujol fuera rehén del Partido Popular, abandonando la hipótesis del cambio. Creo, sin embargo, que el movimiento táctico de Carod es algo más sutil. Carod piensa que Pujol ganará. Lo piensa y además le conviene pensarlo; y, sobre todo, decirlo porque es una manera de quitar tensión bipolarizadora a la campaña. Si la victoria de Pujol ya no se cuestiona puede que los partidos pequeños tengan un poco más de aire que respirar. Carod quiere quitar de la campaña la presión del voto útil. La Esquerra Republicana que Carod intenta renovar y acercar al territorio del realismo político después de una etapa de sobresignificación ideológica, es un partido que tiene un espacio limitado cuyo posible crecimiento será forzosamente lento. En cierto modo, la hipótesis del cambio llega demasiado pronto para Esquerra. Necesitaría haber crecido un poco más. Los partidos pequeños afrontan con recelo las alianzas de amplio espectro. Pocas veces han sobrevivido a la sombra del aliado mayor. Carod se aleja de la pared del cambio para arrimarse a la pared nacionalista. ¿Está prefigurando una futura alianza o simplemente busca pescar en los sectores más afines del pujolismo? La izquierda puede deducir que Carod no está por la apuesta del cambio. Al fin y al cabo, el propio Carod ha dicho que este cambio no es el suyo ni le parece que sea un cambio de verdad. Tengo la impresión de que, por interés de partido, Carod piensa en un Pujol debilitado, gobernando solo y pidiendo ayuda un día a la derecha y otro a la izquierda, porque cree que ésta es la mejor hipótesis para que Esquerra pueda situarse bien en la perspectiva del pospujolismo. ¿Debería Carod sacrificar el interés de partido a un interés más general de cambio? Lo menos que se puede decir es que Carod no parece seducido por esta idea. Probablemente porque el cambio no ha generado una dinámica tan fuerte como para que el que se distancie de ella tenga un castigo electoral. Y, de momento, Carod se centra en cortejar el voto nacionalista cuando Pujol ya ha agotado todas las existencias de la tómbola. El último regalo que se ha sacado de la chistera es el rebautizo de las carreteras catalanas. A esto se le llama hacer cosquillas al electorado. Cosquillas nacionalistas, por supuesto.

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