"Botiguers"
ROSA SOLBES Veo que Julio de España y Primero de la Provincia de Alicante apoya al pequeño comercio inaugurando una boutique de lujo a toda cámara y micro. Cada cual tiene su modo: mientras la Generalitat de Cataluña pide a la Comunidad Europea que se mire si hay vulneración de la competencia en la fusión de dos grandes cadenas de hiper, aquí sólo parecen preocuparse por el monopolio sus suministradores y las Cámaras de Comercio. El alcalde Alperi capitanea personalmente una polémica modificación de usos y autoriza otra gran superficie, incluso con la abstención de uno de sus ediles, cuando el botiguer, el que aún malvive en el corazón abandonado de la ciudad, acumula agravios y números rojos. Cediendo a la necesidad y al capricho de comprar de tanto en tanto, y disponiendo de poco tiempo en días laborables, entiendo sin embargo mal la moda americana de pasar el fin de semana en un centro comercial. Y sé que la apertura en festivo, como va a pasar ahora con el 9 de octubre, sólo beneficia a los grandes, a los que no hay empleado que les tosa. En general, soy partidaria del tendero histórico o de barrio siempre que la familiaridad en el trato no esté reñida con la seriedad y la profesionalidad. Pero es que, aún siendo de natural pacífica y poco cascarrabias, en lo poco que llevamos desde el regreso de las vacaciones ya he tenido que reclamar unas cuantas veces en comercios pequeños, medianos y grandes. Planteada la queja, se me ha tenido que reconocer que es poco higiénico que en la panadería las mismas manos vuelen de la barra de pan al dinero de la caja, viaje de ida y vuelta, sin hacer escala en el jabón. O que la empleada optimizada del supermercado venga directamente de apilar cajas y ordenar estantes y se ponga detrás del mostrador a sobar el queso fresco de mi cena. ( Lo que tiene de bueno el alimento envasado, más caro y derrochador, es que ojos que no ven...). Guardo, además, un reproche para los comerciantes del centro de Valencia, que luchan por su supervivencia poniendo en marcha una nueva y desafortunada campaña de promoción bajo el rancio nombre Millonario por un día. Dice su presidente, Aurelio Calvache, que se pretende generar ilusión con 120.000 boletos que contienen 3.000 premios directos y... un millón de pesetas, siempre que la persona afortunada sea localizada en un máximo de 30 minutos después del sorteo, y se lo gaste todo en las tiendas participantes antes de que transcurran 24 horas, aunque sea cargando con diez mil latas de atún. Claro que para el acarreo te proporcionan una limusina que probablemente no podrá circular por el trazado urbano que se pretende revitalizar. En fin, que comprando celebraremos la conquista de En Jaume, comprando compulsivamente cualquier cosa nos sentiremos millonarios, y comprando conseguiremos que se nos permita aparcar la bicicleta en el sótano primero. La última reclamación que hoy relato fue realizada en unos grandes almacenes que "no tienen previsto" que la clientela acuda pedaleando. Se me respondió con amabilidad y prontitud, eso sí: están estudiando cómo instalar una célula que capte el paso de las bicicletas. Cuando el problema esté resuelto y la chivata activada no habrá ninguna pega. Siempre que antes pasemos por caja, of course.
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