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Máxima volatilidad

La volatilidad y la incertidumbre se dan la mano en los mercados financieros sin que los inversores sepan a ciencia cierta cuál de las dos variables es la principal y cuál la secundaria. La Bolsa de Nueva York ofreció un recital de volatilidad en la jornada del martes y en muy pocos minutos -más de doscientos puntos de oscilación en el Dow Jones-, lo cual ha tenido unas repercusiones inmediatas en otros los mercados en la sesión de ayer. Para los observadores más sensatos, esos bandazos son la consecuencia lógica de un largo periodo de tensiones que se ha saldado con un arreglo que sirve a todos sin convencer a ninguno. El nuevo plan de salvación japonés no es el que proponía el G-7, pero coincide en la aportación de liquidez al sistema, con lo que cabe esperar que los resultados sean los mismos aunque haya cambiado el orden de los factores. Solucionado el problema japonés, queda la cuestión de los tipos de interés en Estados Unidos, pero también ese problema parece estar solucionado después del parón de la Bolsa en el último mes. Ahora sólo falta inventar nuevos objetivos a corto plazo para que los inversores no abandonen la Bolsa en masa como sucedía el martes en Nueva York al primer síntoma de caída del mercado. El Dow Jones cayó ayer 62,10 puntos, un 0,60%, y se situó en 10.213, 40 puntos.

La situación europea no mejora, al menos en cuanto a la presión de los tipos de interés. El BCE elevó el precio del dinero a tres meses en una centésima, hasta el 2,66%, y en el mercado de deuda la rentabilidad a 10 años volvía a subir de presión, al situarse en el 5,34% para el bono español, dos centésimas por encima del cierre del martes.

La contratación en el mercado continuo fue de 99.131 millones de pesetas efectivas, 595,79 millones de euros, en una sesión cargada de aplicaciones, operaciones previamente pactadas, que parecían ser el resultado del desmantelamiento de algunas cestas. El índice de Madrid perdió el 0,77%, después de abrir con una subida del 0,62% y caer hasta el 1,24%.

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