Mayor Zaragoza desafía a "los intelectuales silenciosos" frente a las desigualdades sociales

Los silenciosos o los amordazados. Al director general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, le preocupa mucho más "el silencio de los intelectuales silenciosos" que el de los silenciados. Nada le parece peor, cuando repasa los muchos males que azotan a la humanidad, que aquellos que aceptan "como normal lo que es intolerable". Mayor presentó ayer en Madrid el libro Los nudos gordianos, una denuncia enérgica y retadora sobre el mundo en este final de siglo y de milenio. "Hay muchas soluciones que no se pueden dejar para mañana", dijo.

"Ya no se puede cortar los nudos con la espada, sino con el saber. Y, sobre todo, con la sabiduría". La advertencia recorre el discurso de Mayor Zaragoza, el bioquímico nacido en Barcelona en 1934 que, antes de asumir la dirección de la Unesco, hace ya doce años, fue rector de la Universidad de Granada y ministro de Educación con la UCD. La pasión por las armas de la sabiduría llenó ayer su discurso de denuncia y propuestas ante las personas que abarrotaban el salón de actos del Círculo de Lectores, su editor en esta ocasión.Las citas de autoridad a las que acudió Mayor para presentar Los nudos gordianos fueron de algunos poetas y escritores que han sido la conciencia moral de este siglo: Antonio Machado, Albert Camus, Samuel Beckett, Salvador Espriu o Leopold Sedar Senghor. Y sus recetas principales aluden a "la ética del tiempo" y a "la esperanza". En una España que llama salas de espera a las salas de aguardar, Zaragoza aborda los desafíos de este tiempo con la misma rebeldía y urgencia con que Camus se refirió a los conformistas de su tiempo: "Los despreciaba porque pudiendo tanto se atrevieron a tan poco". Y los desafía, además, porque no hay tiempo que perder, o porque perderlo es inmoral.

Mayor arremetió contra los realistas y los "irremedistas" porque "son siempre los que han facilitado la opresión, las injusticias y la barbarie", y apostó por quienes "esperan activamente". Puso tres ejemplos antes de gritar dos vivas, el primero "por los utopistas" y el segundo, "por los idealistas". Nadie vaticinó que fuera a caer el muro de Berlín, desmoronando el imperio soviético. Nadie creyó que iba a tener solución la crueldad de Suráfrica (aquí Mayor citó con entusiasmo a Nelson Mandela), y nadie imaginó que palestinos e israelíes estarían hoy sentados a negociar una convivencia pacífica.

Si ocurrieron esas soluciones, Mayor apuesta por todas las demás. Pero hace falta que los poderosos acepten "compartir mejor" sin imponerse, y que la próxima Asamblea de Naciones Unidas, "que espero que estén más unidas que ahora", dijo, acepten los cuatro contratos que llevará en su cartera para la ocasión el director general de la Unesco: un contrato social, otro natural (medioambiental), otro cultural y el último moral. "Estas semillas tardan mucho en dar fruto; tendremos por ello que plantarlas ahora mismo", dijo en honor de un labrador sabio.

Adolfo Suárez prologa este nuevo libro de Mayor y, entre los intelectuales que acudieron a escucharle ayer, estaban Laín Entralgo, Juan Marichal, Ricardo Díaz-Hochleitner, Enrique Miret Magdalena, Ángel Martín Municio. Miguel Rodríguez Acosta y Joaquín Ruiz Giménez.