La jornada de 600 interventores electorales
-¿Lo ha hecho bien Duran? -¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiii! -¿Queréis ganar? -¡Síiiiiiiiiiiiiiii! -¿Tenéis la convicción de poder hacerlo? -¡Síiiiiiiiiiiiiiii! Éste fue el diálogo que Jordi Pujol mantuvo con dos centenares de interventores electorales de CiU. Eran los supervivientes de una mañana de trabajo que había comenzado a primera hora con la presencia de 600 militantes de la coalición nacionalista. Aunque los interventores habían visto y tocado al dirigente de Unió Democràtica, Josep Antoni Duran Lleida, y al secretario general de CDC, Pere Esteve, el hambre apretaba más que la ideología y comenzaron las deserciones. Cuando el cabeza de lista de CiU llegó al auditorio Winterthur de Barcelona, unos 400 interventores habían comenzado la retirada. No era para menos. Las manecillas del reloj ya estaban próximas a las tres de la tarde y para colmo era domingo. Los supervivientes hacían naufragar las bandejas de canapés tan pronto como los camareros entraban en la sala. Pero la espera tuvo premio y los resistentes pudieron reconfortarse viendo como Pujol y Duran volvían a dar esa imagen de compenetrado equipo que últimamente es imagen de marca de la coalición. Pujol insistió en que los interventores deben resucitar el espíritu "del rastrillo, ganar los votos uno a uno". El líder de CiU hizo de político bueno: no se metió con los socialistas. El malo fue Duran Lleida. El político democristiano se encargó de recordar que el socialismo hace obras de diseño como las de plaza de Cerdà, que cuando llueve es una piscina. Duran apeló al sentido patriótico de los interventores, que "dejan la comodidad de la familia y la casa para defender sus principios".
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