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Fachadas

NEGRITASDesde que el gobierno de la ciudad estableció, en el siglo XVIII, un número de varas para determinar la altura máxima de los edificios, los aficionados al pastiche y los defensores de la arquitectura contemporánea siguen pugnando frente a cada nueva fachada que se alza en Cádiz. A la Universidad le ha tocado esta semana escuchar el dictamen de la Comisión de Patrimonio, que le obliga a sustituir las ventanas y las barajas de la nueva sede del Rectorado, situada en el ombligo del casco histórico. La Escuela de Hostelería, del arquitecto malagueño Carlos Hernández Pezzi, fue hace un lustro diana para dardos. Otros edificios se han quedado solos, sin defensa, como el inmueble que creció sobre el antiguo teatro Andalucía, cuyo aluminio rojo desafía al entorno. Pero si se mira bien, a lo largo de la historia urbanística de la ciudad abundan los edificios bien integrados en el paisaje neoclásico y barroco pese a que en su época parecieron desencajados. Algunas casas modernistas aportan frescura y pluralidad. Cada siglo, incluyendo las postrimerías de éste, ha aportado algo al discurso estético de la ciudad y así ha sucedido desde el neoclasicismo de Torcuato Cayón y Torcuato Benjumeda hasta la definición de la finca gaditana: piedra ostionera, portón de caoba, columnas de mármol de Carrara, el piso principal para la familia y el segundo para el servicio. La mayoría de esos edificios son hoy casas de vecinos que aguardan una rehabilitación urgente. Mucho después que los torcuatos llegó la infausta época de los setenta y con ella la torre del edificio del Anteojo, donde Pepiño Ferradans regentó el restaurante que daba nombre al lugar. Santo y seña de una época en la que también se consumó la agresión de la Casa de los Palos. Hoy perduran las cicatrices de aquellos edificios que se perpetraron sin debate social alguno. No hubo voces, sólo hormigón. Ya en los ochenta, arquitectos como Álvaro Siza, Guillermo Vázquez Consuegra, Alberto Campo Baeza, Rafael Otero, Antonio Cruz y Antonio Ruiz han dejado su huella contemporánea en viviendas sociales y torres de telecomunicaciones; en institutos y teatros. En la ciudad conviven hoy los llamados balcones de pecho de paloma con el niquelado de algunos cierros y las torres adefésicas que hieren la Alameda. Y no son, precisamente, las obras más recientes la que revientan la armonía del frente marítimo gaditano. ANTONIO HERNÁNDEZ-RODICIO

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