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Vínculos

NEGRITASHay un tipo de turista que, cuando visita una ciudad, gusta de retratarse con algún paisano famoso, generalmente con una de esas celebridades de piedra o bronce, de aspecto taciturno y con los hombros ensuciados por las palomas. El turista investiga someramente en las plazas y elige a la estatua que le aparece más aparente.. En Granada este tipo de turista se suele retratar junto al plinto del monumento de Benlliure que representa a Cristóbal Colón de hinojos ante Isabel la Católica. Desde hace meses, sin embargo, la reina católica y el descubridor han perdido parte de la clientela en favor del grupo escultórico que representa al aguador con su burro que el ex alcalde Grabiel Díaz Berbel colocó en las postrimerías de su mandato y que tanto escándalo ha promovido a causa de su extrema fealdad. Una fealdad que ha sonrojado a José Antonio Aparicio, delegado municipal de Economía, y a otros muchos ciudadanos de buen gusto. Sin embargo, el aguador y el burro se han convertido en una de las principales atracciones gráficas y deportivas de los forasteros. Este cronista ha visto asombrado a una familia completa de teutones en el momento de escalar la escultura, el padre asido a la quijada del asno, la madre ayudando a uno de los hijos a colocar las piernas a horcajadas entre las orejas, mientras un adolescente larguirucho trataba de coronar la cima del aguado por la vertiente sur y el menor de la familia hacía piruetas en la grupa. Cuando acabó su turno, subió el grupo siguiente, y se volvió a repetir la escena, entre fotos y alaridos. Varios miles de personas desperdigadas por el mundo tienen ya en el aparador su foto familiar con el burro y el hombre de Granada. Desengañémonos. Ni el Parque de las Ciencias de Ernesto Páramo, ni la Alhambra de Mateo Revilla, ni la Catedral de Antonio Cañizares ni la estación de Sierra Nevada de José López Luz. La auténtica atracción de niños y mayores venidos de remotos países es esa montaña antropomorfa con su asno, esa horripilante pareja que, por encima de cualquier criterio estético, cimenta cada día que pasa su posición a la cabeza de los símbolos patrios. El PP sabía lo que hacía cuando colocó al aguador con su acémila antes de perder la alcaldía. Ya es demasiado tarde para evitar los vínculos perniciosos entre la ciudad, los símbolos espurios y sus nuevos mandatarios. ALEJANDRO V. GARCÍA

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