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El 17 de octubre

En la cima del Aneto, poseído de una soberbia más propia de un pequeño Cid Campeador que de la representación del seny catalán, como ha pretendido ser hasta el momento, luego de una desafortunada pernocta ilegal, Jordi Pujol telefoneaba al presidente del Parlamento para comunicarle la disolución de la Cámara y la convocatoria de elecciones catalanas el próximo 17 de octubre. Parece anunciarse el fin de un ciclo. Muchos catalanes piden un cambio después de casi veinte años de pujolismo, pues los jóvenes sólo han conocido el Gobierno de Pujol. Un gobierno personalista, ya que los barones que formaban la estructura del partido han sido casi todos uno a uno decapitados, desde Miquel Roca -el eterno delfín y uno de los mejores políticos catalanes de este último cuarto de siglo- hasta Xavier Trías, que para muchos ha sido defenestrado con su futuro traspaso a Madrid. Queda Artur Mas como figura emergente, estrechamente vinculado al clan familiar Pujol-Ferrusola, que cada vez ejerce más poder en Convergència, al igual que en las postrimerías del franquismo el clan Polo-Villaverde lo ejercía en El Pardo.El recurso al victimismo, sustento de la política de CiU, ha sido a la postre muy perjudicial para Cataluña. Considerada Barcelona capital del antifranquismo, en los amenes de la dictadura y durante la transición fue Cataluña ejemplo a seguir para el resto de España, y sus justas reivindicaciones eran recibidas con cariño y simpatía. Ahora, sin haber conseguido apenas nada más de lo que se pedía en aquellas fechas, somos mirados con aprensión por el resto de los españoles, como prototipo de fenicios, insolidarios e insaciables.

La política lingüística ha sido otro de los errores de CiU: crear un problema donde no lo había. En Cataluña coexisten catalán y castellano con normalidad. La mayoría pasa de un idioma a otro sin dificultad, y si hay quien no entiende la lengua catalana, se habla castellano. Eso es todo.

Querer aprovecharse electoralmente y hasta hacer suya una lengua, unas justas reivindicaciones y libertades y hasta la forma de ser y sentir de un pueblo, ha sido un error que estamos pagando los catalanes. Exacerbar la postura nacionalista como en los Pactos de Barcelona al tiempo que apoyar al nacionalismo español (PP) para la gobernabilidad del país es el colmo de la incongruencia, pero, además, sostenerse en el Gobierno de la Generalidad gracias a los votos peperos ya es un puro dislate. Como afirmar en sus últimas declaraciones que no pactará con el PP para la gobernabilidad de Cataluña cuando sabe matemáticamente, después de los últimos sondeos, que son imprescindibles estos votos para mantenerse en el poder.

Jordi Pujol, pese al endiosamiento de que ha hecho gala en los últimos tiempos, es consciente de que el ciudadano de Cataluña le va a pasar factura en estas elecciones de todas sus flagrantes contradicciones, por lo que por vez primera ha reconocido la posibilidad de la derrota, afirmando que en este supuesto agotaría la próxima legislatura al frente de la oposición. Pascual Maragall ni siquiera se lo plantea. Este hijo de liberales progresistas, nieto de uno de los grandes poetas de Cataluña, representa frente al nacionalismo excluyente el catalanismo integrador: la Cataluña de todos.

Durante su larga estadía al frente de la alcaldía de Barcelona, Maragall transformó la ciudad como no se había hecho desde el Plan Cerdá, pues ni tan siquiera durante la Exposición del 88 se habían realizado mejoras semejantes. Y no sólo por abrir la ciudad al mar, crear la Villa Olímpica, ampliar y crear nuevas estructuras culturales y de comunicación, embellecer los nuevos espacios públicos con obras de arte, sino por equiparar en estas mejoras el centro urbano con los barrios periféricos, haciendo de la urbe la modélica capital progresista del Mediterráneo. Con este sólido bagaje aspira a la presidencia de la Generalidad.

El programa maragalliano tiene el consenso y la integración como eje principal, basado en la cohesión, el diálogo y la participación. "Y tres prioridades:

1.Educación, Educación, Educación.

2.Territorio y ejes vertebradores, triángulo empresa-municipio-escuela-universidad.

3.Promoción de nuevas actividades económicas". Con respecto a España suscribe casi en su totalidad el programa federal del PSOE, y a este respecto afirmaba: "Hemos de encontrar una solución para España que sea la solución de Catalunya en España". Y sobre política lingüística: "Queremos un país que no se divida entre los que tienen como lengua propia la lengua del país y los que tienen como lengua propia la lengua común de todos los españoles", agregando: "La lengua castellana es una de las principales riquezas de Catalunya". En política económica: "El liderazgo público es fundamental para dinamizar políticas basadas en el consenso, y ello no ha de suponer ni intervencionismo ni intromisión. La participación, la integración de los sectores público y privado es la mejor garantía de efectos multiplicadores que cualquier política pública pretende". Siendo en ocasiones más contundente: "Yo no aspiro a decir a los catalanes lo que tienen que hacer".

La última encuesta da prácticamente un empate técnico entre los dos políticos. Una diferencia mínima de dos puntos a favor de Pujol significa que Maragall ha acortado en 17,5 puntos su distancia con el Honorable Presidente desde el inicio de la campaña. En Convergència reina la histeria. La negativa de la televisión catalana a un mano a mano Pujol-Maragall, gracias a los votos del PP, es su última consecuencia. Las descalificaciones entre los dos socios "Conveniencia y Unión", como se les califica jocosamente en la Ciudad Condal, por adquirir protagonismo en la sustancial rebaja de las autopistas catalanas (otro acto electoralista) es buena muestra de ello.

Pascual Maragall quiere gobernar Cataluña de forma similar a como lo hizo en Barcelona. Ha demostrado ser un generador de riqueza y sabe atraerse a la clase empresarial. Prueba de ello fue el éxito de patrocinio en las olimpiadas y ahora en la cena de Barcelona para los empresarios. Por algo se le denomina, y a éste sí con razón, el Tony Blair español. Pero siempre cargando las tintas sobre las clases menos favorecidas a fin de disminuir las desigualdades. Ha pactado con Iniciativa per Catalunya de igual manera que lo hizo en el Ayuntamiento, primero con el PSUC y luego con la propia IC. Catalunya será con él progresista como lo ha sido y lo es Barcelona, en un arco que va del centro a la izquierda.

Si los escépticos ante los últimos tiempos del PSOE y los desengañados del PSUC recobran la ilusión como en la Asamblea de Catalunya, y votan como cuando en la Entesa dels Catalans, y si el cinturón de Barcelona vota también masivamente al comprender que esta vez sí que va con ellos, y si la clase empresarial tiene una visión de futuro, la Generalidad será suya.

El 17 de octubre puede ser una fecha histórica para Cataluña, y quizá también para España entera.

Francisco Sertes conde de Sert.

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