_
_
_
_
_
SALAMANCA

División de opiniones

A la salida discutían en un grupo. Unos decían que los toros habían sido un tostón. Otros, que un rollo. Que un petardo, otros. El más viejo aseguró que un coñazo y uno más decidió que habían sido la leche. Fue la mar de bonito ver cómo ciudadanos ponían tanto empeño en encontrar el adjetivo calificativo que definiera los toros de Loreto Charro, que por fortuna acababan de morir.Es lo que tienen corridas plomo como la de ayer: que estimulan actividades humanas que habitualmente no se ejercitan. El que dijo la leche pareció llevarse el gato al agua. No me quedé a comprobarlo por las prisas, pero escuché que uno apostilló: "Leche, pero putrefacta", y deduje que con aquello habrían dado por finalizada la improvisada sesión académica.

Charro / Rincón, Caballero, Abellán

Toros de Loreto Charro, de pésimo estilo, pitados más o menos en el arrastre. César Rincón: estocada corta atravesada -aviso- y tres descabellos (silencio); pinchazo bajo y estocada desprendida (silencio). Manuel Caballero: estocada con desarme (ovación y saludos); pinchazo y media con desarme (división y saluda). Miguel Abellán: pinchazo y estocada tendida (silencio); estocada corta y descabello (algunas palmas). Plaza de La Glorieta, 13 de septiembre. 2ª corrida de feria. Media entrada.

La corridita tuvo guasaja. Los toros hicieron de todo lo malo que figura en los escritos. Bueno, no todo. Por ejemplo, no saltaron la barrera, pero del resto del repertorio escogieron lo más florido y lo interpretaron con esmerada precisión: rajaduras, escarbaduras, aflicciones en banderillas, huidas de los capotes, regates, frenazos... ¡la repera!

Con este material no se acababa de ver demasiado claro cómo estuvieron los toreros aunque la verdad es que los síntomas fueron de que no muy allá. Que no se corte una sola oreja en Salamanca ya da qué pensar, pero lo cierto es que nadie osó pedir nada como no fuese auxilio o santa paciencia, ya que cuando la corrida iba mediada, aquello pesaba como una losa, la gente miraba a todos lados buscando algo con que animarse.

No era para menos. Rincón parece absolutamente ido después de haber vivido sus años de gloria y haber llevado en el bolsillo la llave de la puerta grande de Madrid. Todo acaba. En su primero, no precisamente confiado, recorrió toda la plaza. Uno le gritó: "Adelanta la pierna", y el torero se molestó. A los toreros sólo se les puede decir que son altos, guapos y con los ojos verdes. Todo lo que no sea eso, lo toman muy a mal. "Estírate", le recomendaron a Caballero más tarde y también hizo gestos como dando a entender: "Qué sabrás tú, chalao". Rincón, en el cuarto, no adelantaba sino el pico y trataba de disimular dándole mucha conversación al toro. Caballero consiguió enganchar en la muleta a su primero, destemplado y rabioso, mostrándose tesonero y cumplidor. En el quinto vio cómo el toro se le iba de la muleta hasta seis veces.

Abellán, pico, enganchones y constantes enmiendas de terrenos para citar. En el sexto comenzó bien por bajo pero luego todo fueron pases sin ton ni son, tirones, idas y venidas.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_