Acción de Greenpeace contra el derribo de una plataforma petrolífera
Repsol estudia hundir la planta de Tarragona
"Sólo es un primer aviso". A bordo del Rainbow Warrior, Xavier Pastor, director de Greenpace-España, lanzaba este mensaje a las ocho de la mañana de ayer mientras un grupo de activistas se dirigía en tres lanchas neumáticas hacia la plataforma petrolífera Casablanca (a 20 millas de Tarragona), que ocuparon pacíficamente durante dos horas para colgar tres grandes pancartas con el lema "No la hundáis." Greenpeace responsabiliza al Gobierno del vacío legal que permitiría a Repsol abandonar la plataforma, lo que estudia llevar a cabo entre el 2005 y el 2010, cuando se agote el yacimiento de crudo.
Desde el puente de mando del emblemático barco de Greenpeace, el capitán Hamid Van Lohuizen daba la orden de ocupar la plataforma Casablanca a primera hora de la mañana. Las lanchas enfilaron la gran estructura metálica, blanca y amarilla, de la que sobresale una espectacular llamarada que quema incesantemente los gases que emana la extracción de crudo. En pocos minutos, seis ecologistas ascendían por la escalerilla: "Nos han lanzado agua y luego me ha empujado para evitar que colgara la pancarta". Sandra, una activista mallorquina que forma parte de la expedición, explicaba de esta manera el primer contacto con el personal de la Casablanca: "Pero se han dado cuenta de que era una acción pacífica y nos han dejado hacer".
Pablo Mascareñas, responsable de la campaña de Greenpeace contra los vertidos tóxicos en el Mediterráneo, fue el encargado de entregar en mano al jefe de operaciones de la plataforma una carta dirigida a Repsol -respon-sable del 80% de la extracción- y las otras cuatro compañías concesionarias. Según dijo Mascareñas, "en la misiva les pedimos que se comprometan a desmantelar en tierra la estructura cuando decidan abandonarla".
Para Greenpeace, el hundimiento de esta plataforma, que pesa cerca de 20.000 toneladas, significaría un grave atentado ecológico, puesto que contiene "altos niveles contaminantes", como pinturas químicas, metales pesados y grandes cantidades de residuos de los tanques y tuberías. Además de desmontar la estructura, los ecologistas proponen restaurar la zona para que los fondos marinos no representen ningún peligro y que la perforación en desuso quede sellada.
Actualmente hay en aguas españolas cinco plataformas petrolíferas, de las cuales cuatro se encuentran en el Atlántico: dos en la Bahía de Cádiz y otras tantas en el Mar Cantábrico. Estas cuatro no pueden ser hundidas, en virtud de la Convención de Oslo y París (OSPAR), con la que los Gobiernos se comprometen a no verter al océano estas estructuras contaminantes. Sin embargo, España, como otros muchos países, todavía no ha aprobado los protocolos de la Convención de Barcelona, que permitiría una protección similar del medio centenar de plataformas del Mediterráneo.
El director de Repsol Exploración de Tarragona, José María Goicoechea, recordó ayer que el hallazgo de un nuevo yacimiento, el Chipirón, podría alargar la vida del Casablanca hasta el 2010, y puntualizó que Repsol tendrá en cuenta la preservación del medio natural cuando se deshaga de la plataforma.
El pasado 18 de mayo, el PSOE e IU presentaron sendas proposicines no de ley para debatir en el Congreso la firma de los últimos protocolos de la Convención de Barcelona para la protección del Mediterráneo.
El PP y sus aliados nacionalistas de CiU, PNV y CC votaron en contra, con lo que la plataforma petrolífera de Tarragona puede ser abandonada sin ningún perjuicio para las concesionarias. Si el Gobierno decide desmantelarla, el coste correría a cargo del erario. Según la socialista Cristina Narbona, "es impresentable la inacción de la ministra de Medio Ambiente". Ningún cargo del ministerio quiso ayer comentar el asunto.
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