Esa raza inválida, mocha y modorra
Los novillos eran repetición, casi exacta, de los toros que torean las figuras. Si acaso con un poco más de trapío, pero en lo demás salieron igual de inválidos, mochos y modorros. O sea que no les faltaba detalle. Es la gran creación de los ganaderos de bravo y a lo mejor procedería felicitarles por ello.
La vida evoluciona, el reino animal con ella, y si no evoluciona el reino animal según conviene al hombre blanco, no hay problema: se recrea y en paz.
Había un toro...
Había un toro en Iberia que era el rey de la creación. La verdad es que infundía respeto con aquella agilidad felina, con aquel poderío descomunal, con aquel corpachón conformado de músculo y fibra, con aquella fiereza indómita, con aquellos cuernos cuya hermosa arboladura recordaba no diré a quién.
Corte / Albán, Millán, Fandi
Novillos del Conde de la Corte, con trapío, aunque sospechosos de afeitado, absolutamente inválidos, excepto el 6º, que no se cayó y sacó genio. Guillermo Albán: cuatro pinchazos -aviso- y estocada, saliendo trompicado (silencio); estocada ladeada (aplausos y saludos). Jesús Millán: pinchazo hondo y rueda de peones (silencio); pinchazo y estocada ladeada, perdiendo la muleta (silencio). El Fandi: pinchazo, estocada, rueda de peones y descabello (silencio); estocada corta (silencio).Plaza de Arganda del Rey, 7 de septiembre. 2ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
A unos cuantos les dio por ponerse delante de ese toro, encima torearlo (cosa de locos) y hubo grandes tragedias por ello. Claro que también hubo hazañas sobrecogedoras y quienes se atrevían a realizarlas eran recompensados con la fama y los billetes.
Cuentan las crónicas que esos toros y esos héroes existieron y un servidor lo confirma pues los alcanzó a ver.
Intervinieron los taurinos, sin embargo, y todo eso pasó a la historia. Entre los taurinos de oficio y los ganaderos llamados de bravo, con la anuencia de una autoridad irresponsable y cómplice, crearon un toro nuevo que nada tenía que ver con el que se enseñoreó de los predios de la antigua Iberia. El toro arrogante, poderoso y fiero con unos cuernos que recordaban no diré a quién, evolucionó a toro inválido, modorro y mocho. El rey de la creación pasó a ser siervo; mejor paria, la última categoría de los parias que es la del mendicante mísero borracho como una cuba.
Todas estas prescripciones las cumplían los novillos del Conde de la Corte sin faltarles una. Y los novilleros pretendían pegarles pases. Se los pegaban en realidad, mas se trataba de una ficción que no les dio resultado alguno por dos razones esenciales: no son figuras y estaban en Arganda del Rey.
De ser figuras y actuar en otra plaza, les habrían concedido un montón de orejas y rabos y les habrían sacado a hombros por la puerta grande. Al mayoral, también. Se suele leer en los despachos de agencia: "Los tres matadores y el mayoral a hombros por la puerta grande".
Saltaban a la arena los novillos con furia arrolladora y acudían como balas a los cites que les hacían los peones desde el burladero. La irrupción de los novillos se ajustaba con exactitud matemática a las prescripciones que configuran el nuevo toro creado por los taurinos: velocidad, codicia, poderío. Y a los dos minutos (podrían ser tres) remitían el empuje, calmaban el instinto agresivo, les mudaba la personalidad, rodaban por la arena. Y ya no pararían de caer. Todos, excepto el sexto -un novillo a la antigua- se desplomaban, u hocicaban metiendo en la arena los cuernos y daban volatines.
Derechazos y naturales les afanaban los novilleros sin lograr ninguno cabal. Jesús Millán vio perdidas sus voluntariosas porfías pues los novillos no le embestían ya que estaban en el suelo. Guillermo Albán, a quien se advirtió impecable estilo, desplegó pases de todas las marcas y se los daba a un inmueble. No faltaron en el repertorio los afarolados invertidos, los molinetes invertidos, los circulares invertidos, que se llevan mucho esta temporada. Se nota que el toreo está invertido; cada vez más.
El Fandi, que prendió su famoso par al violín, tuvo la misma imposibilidad de torear al tercer novillo, por similares motivos. El sexto, en cambio, resultó sorprendentemente fuerte y enterizo, no se caía para nada, embestía con genio, y dio guerra a El Fandi, que no podía con él y se vio desbordado en todos los frentes. No hubo en este novillo banderillas al violín -cuarteos rápidos y gracias- ni toreo invertido tampoco. Cuando el toro sale al derecho, el toreo al revés resulta inimaginable.
No hubo orejas, ni vueltas al ruedo, ni ovaciones, ni nada. El público argandeño sufría en silencio el denigrante espectáculo aunque la procesión debía ir por dentro. Eso de que la fiesta de toros en Arganda hubiese caído al nivel de otras (y no se señala a nadie) era difícil de entender.
Para lo único que valían los novillos -se supone- era para carne. Claro que para ese fin los podían haber llevado directamente al matadero. Y no armar todo aquel embrollo de la corrida, los picadores, los pases invertidos, el arrastre, subirlos con grúa al camión que los había de llevar, finalmente, al matadero. Ganas de complicarse la vida.
Babelia
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