Aritméticas electorales FERRAN REQUEJO
¿Qué posibilidades tienen el PSC e IC-V de ganar las elecciones? Es decir, ¿cuáles son las posibilidades de que ambas fuerzas obtengan el primer lugar en número de escaños en el Parlament, aunque ello no les garantice necesariamente el Gobierno de la Generalitat? Tanto ERC como el PP deberán resistir la previsible polarización de una campaña electoral competitiva entre las dos opciones principales. Sin embargo, es probable que la representación de estos dos partidos, aunque resulte erosionada, no experimente cambios espectaculares. Manteniendo que ambos partidos se hagan con 26 escaños (en la actualidad tienen 30, 13 ERC y 17 el PP), a las dos opciones mayoritarias les quedarían 109 escaños para repartirse de los 135 que tiene la Cámara catalana. De este modo, la fuerza ganadora debería obtener como mínimo 55 diputados, mientras que la segunda obtendría como máximo 54. ¿Cuál es la situación de partida? IC-V se presenta por separado en Barcelona, una opción fácilmente explicable en términos de mantener un perfil político diferenciado. Una primera constatación es que la suma de los votos obtenidos por el PSC y por IC-V en las elecciones catalanas de 1995 casi no habrían modificado su representación. En Girona y en Lleida, el número de diputados de todos los partidos hubiera sido el mismo, mientras que en Tarragona la coalición de izquierda hubiera obtenido uno más (6 en lugar de los 5 actuales), en detrimento de CiU. Así pues, el suelo electoral del que parte Maragall se sitúa en 46 escaños frente a 59 de CiU. ¿Puede subirlo hasta el mencionado mínimo ganador de 55 diputados? Obviamente, estamos frente a unas elecciones en las que resulta difícil cuantificar los posibles efectos multiplicadores del pacto de la izquierda, así como los efectos dinámicos que se establecerán entre los votantes de todos los partidos. No obstante, no parece ninguna locura que el PSC e IC-V lograran un aumento global de 9 diputados hasta alcanzar 55. Para ello resulta clave lo que ocurra en Barcelona, y en mucha menor medida en Tarragona, ya que no es esperable un vuelco en Lleida y Girona, donde CiU dispone de un amplio apoyo en las elecciones al Parlament y donde la coalición de izquierda parece poder incrementar su representación en solo uno o dos diputados. En cambio, en Tarragona, donde IC-V posee una mayor fuerza electoral, la izquierda tiene opciones de sumar 2 diputados más de los 5 de que dispone ahora. Sin embargo, en el momento del reparto de los últimos escaños resulta importante haber quedado en primera posición, aunque sea por pocos votos, algo muy difícil de conseguir para la coalición de izquierda en estas tres circunscripciones. En ellas, las dos organizaciones de izquierda podrían obtener alrededor de 16 diputados. Por su parte, Barcelona es la circunscripción donde la izquierda ha presentado tradicionalmente mejores porcentajes. Pero se trata de una circunscripción infrarrepresentada ya que a pesar de concentrar más de tres cuartas partes del censo electoral, sólo supone el 63% de los escaños (85 sobre 135). Esta cuestión podría propiciar que aunque en el conjunto de Cataluña el PSC e IC-V obtuvieran más votos que CiU, se quedaran por debajo en el número de escaños conseguidos. Actualmente, CiU dispone de 34 diputados por Barcelona, mientras que el PSC e IC-V suman 32 (22+10). La distancia de partida no es, pues, muy importante (2,4% de los votos). El reto de las dos opciones de izquierda en Barcelona está en conseguir al menos 7 escaños más de los que tienen en la actualidad, es decir, obtener 39 diputados, que sumados a los 16 de las otras tres circunscripciones les haría llegar a los 55 diputados que podrían situarles como vencedores de las elecciones. Algo menos difícil de lo que parece si la participación aumenta alrededor de cuatro puntos en relación con la de 1995 (64%). Sin embargo, CiU siempre podría esgrimir que sigue siendo el primer partido de Cataluña, por delante del PSC e IC tomados por separado. Naturalmente, la formación del gobierno es toda otra historia. Y en ella, ERC aparece como una fuerza política clave. Su equidistancia de las dos grandes opciones resulta más que razonable. Por un lado, se trata de un partido que ya sabe lo que puede suponer un apoyo incondicionado a CiU que diluya su propio perfil (tras el apoyo a CiU en 1980, ERC pasó unos años difíciles hasta la década de los noventa). Pero, por otra parte, apoyar de forma estable a una izquierda que en lo que representa la personalidad más específica de ERC, el nacionalismo catalán, hasta ahora solo ha presentado un discurso confuso y una ausencia de propuestas concretas, le supondría a este partido un riesgo elevado respecto a su propio electorado. Es decir, que ERC lo tiene mucho más fácil en la campaña que después de las elecciones. ¿Y el PP? Pues en la recámara de CiU, como contrapartida a lo que pueda ocurrir en la escena política española. Los populares se encuentran sumidos en una contradicción en Cataluña: sólo parecen poder aumentar su fuerza electoral presentando un perfil más españolista, lo cual les hace aumentar también su marginalidad en el escenario político catalán como partido de gobierno. En definitiva, y tal como señalábamos hace un año, Maragall puede ganar, incluso en escaños. Para ello debe demostrar una hegemonía solvente en Barcelona. De momento cabe esperar que durante la campaña se nos informe sobre la política y las políticas a impulsar desde la Generalitat. A priori, el punto débil de Maragall no son las políticas, sino la política, es decir, su acción como presidente de Cataluña en relación con España y con la UE. Nadie sabe qué hay detrás del federalismo que dice defenderse. Tal como he señalado en otras ocasiones, el federalismo tanto puede ser un camino para la acomodación política de una realidad plurinacional como significar una acentuación de los problemas estructurales que arrastra el Estado de las autonomías. Depende de qué modelo federal se elija. Y, de momento, no sabemos qué se nos propone.
Ferran Requejo es catedrático de Ciencia Política en la UPF.
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